El más elevado objetivo
Debería hacerse mucha obra personal en la escuela sabática. La
necesidad de esta clase de obra no es reconocida ni apreciada como
debe ser. Con corazón lleno de gratitud por el amor de Dios que ha
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sido comunicado al alma, debería el maestro trabajar con ternura y
fervor por la conversión de sus alumnos.
Primero la salvación personal, luego el servicio
¿Qué evidencia podemos dar al mundo de que la obra de la es-
cuela sabática no es mera pretensión? Por sus frutos será juzgada.
Será estimada por el carácter y la obra de los alumnos. En nuestras
escuelas sabáticas deberían confiársele responsabilidades a la ju-
ventud cristiana, para que pueda desarrollar sus aptitudes y adquirir
poder espiritual. Entréguese primero la juventud a Dios, y entonces
en su vida temprana enséñesele a ayudar a otros. Esta obra pondrá
en ejercicio sus facultades y la habilitará para aprender a hacer pla-
nes y ponerlos en ejecución para bien de sus compañeros. Busquen
los jóvenes la compañía de aquellos que necesitan ayuda, no para
ocuparse en conversación insensata, sino para representar el carácter
cristiano y ser colaboradores con Dios, ganando a los que no se han
entregado a Dios...
El celo proporcionado al privilegio
En nuestros esfuerzos por ayudar a la juventud estamos lastimo-
samente atrasados en nuestro deber. Hemos tenido gran luz, pero nos
falta celo y ardor, y no tenemos el fervor de espíritu correspondiente
a los privilegios que gozamos. Tenemos que elevarnos por encima
de la fría atmósfera de la incredulidad que nos rodea, y acercarnos a
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Dios a fin de que él se acerque a nosotros.
Tenemos que educar a la juventud a fin de que aprenda a trabajar
por la salvación de las almas; y al educar a la juventud para esta obra,
nosotros también aprenderemos a trabajar con más éxito, llegando
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