Página 100 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
tibieza por el amor y el celo. Aunque profesan tener piedad, niegan
el poder de ella. Si continúan en este estado, Dios los rechazará. Se
están incapacitando para ser miembros de su familia
Recuerden los miembros de la iglesia que el solo hecho de tener
su nombre escrito en un registro no bastará para salvarlos; deben
ser aprobados por Dios, obreros que no tengan de qué avergonzarse.
Día tras día, deben edificar su carácter conforme a las direcciones
divinas. Deben morar en él y ejercer constantemente fe en él. Así
crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de hombres y mujeres en
Jesucristo; serán cristianos sanos, animosos, agradecidos, conduci-
dos por Dios en una luz siempre más pura. Si su vida no es tal, se
encontrarán un día entre quienes exhalarán esta amarga lamentación:
“¡Pasóse la siega, acabóse el verano; y mi alma no se salvó! ¿Por
qué no busqué un refugio en la Fortaleza? ¿Por qué jugué con la
salvación de mi alma y desprecié al Espíritu de gracia?
Hermanos y hermanas que habéis aseverado durante largo tiempo
creer la verdad, os pregunto individualmente: ¿Han estado vuestras
prácticas en armonía con la luz, los privilegios y las oportunida-
des que os concedió el Cielo? Esta es una pregunta grave. El Sol
de justicia ha amanecido sobre la iglesia, y a ésta le incumbe res-
plandecer. Es el privilegio de cada alma progresar. Los que están
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relacionados con Cristo crecerán en la gracia y en el conocimiento
del Hijo de Dios hasta llegar a la plena estatura de hombres y mu-
jeres. Si todos los que aseveran creer la verdad hubiesen sacado el
mejor partido de su capacidad y oportunidad de aprender y obrar,
podrían haber llegado a ser fuertes en Cristo. Cualquiera que sea su
ocupación—agricultores, mecánicos, maestros o pastores—, si se
hubiesen consagrado completamente a Dios habrían llegado a ser
obreros eficientes para el Maestro celestial
Los obreros deben instruir a los miembros de iglesia
Es evidente que todos los sermones que se han predicado no
han desarrollado una gran clase de obreros abnegados. Debe con-
siderarse que este asunto entraña los más graves resultados. Está
en juego nuestro porvenir para la eternidad. Las iglesias se están
marchitando porque no han empleado sus talentos en difundir la
luz. Deben darse instrucciones cuidadosas que serán como lecciones