Página 102 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
Debería haber un plan bien organizado para emplear a obreros que
vayan a todas nuestras iglesias, grandes y pequeñas, a fin de instruir
a los miembros acerca de cómo trabajar en favor de la edificación
de la iglesia, y también por los no creyentes. Lo que se necesita es
instrucción y educación. Que todos dispongan sus corazones y sus
mentes para llegar a ser inteligentes en cuanto a la obra para este
tiempo, calificándose a sí mismos para hacer aquello para lo cual
están mejor adaptados.
Lo que se necesita ahora para la edificación de nuestras iglesias
es la delicada tarea de obreros sabios que disciernan y desarrollen
los talentos en la iglesia, talentos que pueden ser educados para el
servicio del Maestro. Los que trabajen visitando las iglesias deberían
instruir a los hermanos y hermanas acerca de los métodos prácticos
para hacer obra misionera. Que también haya una clase para el
adiestramiento de la juventud. Los jóvenes y las señoritas deberían
prepararse para llegar a ser obreros en el hogar, en sus vecindarios,
y en la iglesia
Los ángeles del cielo han esperado por mucho tiempo la colabo-
ración de los agentes humanos—de los miembros de la iglesia—en
la gran obra que debe hacerse. Ellos os están esperando. Tan vasto
es el campo y tan grande la empresa, que todo corazón santificado
será alistado en el servicio como instrumento del poder divino
Si los cristianos actuaran de concierto, avanzando como un solo
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hombre, bajo la dirección de un solo Poder, para la realización de
un solo propósito, conmoverían al mundo
La invitación que se ha de dar en “las salidas de los caminos”
(
Mateo 22:9
), debe proclamarse a todos los que tienen una parte
activa en la obra del mundo, a los maestros y dirigentes del pueblo.
Los que llevan pesadas responsabilidades en la vida pública, los
médicos y maestros, los abogados y los jueces, los funcionarios
públicos y los hombres de negocios, deben oír el mensaje claro y
distinto. “¿Qué aprovechará al hombre, si granjeare todo el mundo,
y pierde su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”
Marcos 8:36, 37
.
Hablamos y escribimos mucho acerca de los pobres a quienes
se descuida. ¿No debiéramos llamar también la atención a los ricos
a quienes se descuida? Muchos consideran a esta clase como sin
esperanza, y poco hacen para abrir los ojos de aquellos que, ence-