Página 140 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Capítulo 15—El Espíritu Santo
Es privilegio de todo cristiano no sólo esperar sino apresurar
la venida de nuestro Señor Jesucristo. Si todos los que profesan su
nombre llevasen frutos para su gloria, ¡cuán prestamente quedaría
sembrada en el mundo la semilla del Evangelio! La última mies
maduraría rápidamente, y Cristo vendría para recoger el precioso
grano.
Mis hermanos y hermanas, orad por el Espíritu Santo. Dios
respalda toda promesa que ha hecho. Con la Biblia en la mano,
decid: “He hecho como tú dijiste. Presento tu promesa: ‘Pedid y se
os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá’”. Cristo declara:
“Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo
recibiréis, y os vendrá”. “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi
nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”.
Mateo
7:7
;
Marcos 11:24
;
Juan 14:13
.
Cristo envía sus mensajeros a toda parte de su dominio para
comunicar su voluntad a sus siervos. El anda en medio de sus igle-
sias. Desea santificar, elevar y ennoblecer a quienes le siguen. La
influencia de los que creen en él será en el mundo un sabor de vida
para vida. Cristo tiene las estrellas en su diestra, y es su propósi-
to dejar brillar por intermedio de ellas su luz para el mundo. Así
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desea preparar a su pueblo para un servicio más elevado en la igle-
sia celestial. Nos ha confiado una gran obra. Hagámosla fielmente.
Demostremos en nuestra vida lo que la gracia divina puede hacer
por la humanidad
La unidad debe preceder al derramamiento del Espíritu Santo
Notemos que el Espíritu fue derramado después que los discípu-
los hubieron llegado a la unidad perfecta, cuando ya no contendían
por el puesto más elevado. Eran unánimes. Habían desechado todas
las diferencias. Y el testimonio que se da de ellos después que les fue
dado el Espíritu es el mismo. Notemos la expresión: “Y la multitud
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