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Consejos para la Iglesia
quieren darse el trabajo de buscar la causa. Su principal afán es
librarse de dolor y molestias.
Por el uso de drogas venenosas muchos se acarrean enfermeda-
des para toda la vida, y se malogran muchas existencias que hubieran
podido salvarse mediante los métodos naturales de curación. Los
venenos contenidos en muchos así llamados remedios crean hábitos
y apetitos que labran la ruina del alma y del cuerpo. Muchos de
los específicos populares, y aun algunas de las drogas recetadas por
médicos, contribuyen a que se contraigan los vicios del alcoholismo,
del opio y de la morfina, que tanto azotan a la sociedad
La medicación por medio de drogas, en la forma como se la
práctica actualmente, es una maldición. Hay que educar a la gente
para que se aleje del empleo de drogas. Hay que usarlas cada vez
menos y hay que confiar cada vez más en los recursos de la higiene;
entonces la naturaleza responderá a la acción de los médicos de
Dios: aire puro, agua pura, ejercicio adecuado y una conciencia
limpia. Los que insisten en el uso de té, café y carne sentirán la
necesidad de droga, pero muchos podrían recuperarse sin medicinas
si obedecieran las leyes de la salud. Es necesario utilizar las drogas
sólo infrecuentemente
Los adventistas del séptimo día somos un ejemplo al mundo
Como pueblo, profesamos ser reformadores, portadores de luz
para el mundo y fieles centinelas de Dios que custodian toda avenida
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por la cual Satanás podría penetrar con sus tentaciones para pervertir
el apetito. Nuestro ejemplo e influencia debe ser un poder de parte
de la reforma. Debemos abstenernos de toda práctica que pudiera
embotar la conciencia o estimular la tentación. No debemos abrir
puerta alguna que dé a Satanás acceso a la mente de un ser humano
formado a la imagen de Dios
La única conducta segura consiste en no tocar ni probar té, café,
vino, tabaco, opio ni bebidas alcohólicas. La necesidad que tienen
los hombres de esta generación de invocar en su ayuda el poder de
la voluntad fortalecida por la gracia de Dios, a fin de no caer ante
las tentaciones de Satanás, y resistir hasta la menor complacencia
del apetito pervertido, es dos veces mayor hoy que hace algunas
generaciones. Pero la actual tiene menos dominio propio que las