Página 162 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
a una hija afectuosa, habrán perdido a un hijo?
Cualidades que debe tener el futuro esposo
Antes de dar su mano en matrimonio, toda mujer debe averiguar
si aquel con quien está por unir su destino es digno. ¿Cuál ha sido
su pasado? ¿Es pura su vida? ¿Es de un carácter noble y elevado el
amor que expresa, o es un simple cariño emotivo? ¿Tiene los rasgos
de carácter que la harán a ella feliz? ¿Puede encontrar verdadera
paz y gozo en su afecto? ¿Le permitirá conservar su individuali-
dad, o deberá entregar su juicio y su conciencia al dominio de su
esposo? ¿Puede ella honrar los requerimientos de su Salvador como
supremos? ¿Conservará su alma y su cuerpo, sus pensamientos y
propósitos puros y santos? Estas preguntas tienen una relación vital
con el bienestar de cada mujer que contrae matrimonio.
Antes de entregar sus afectos, la mujer que desee una unión
apacible y feliz, y evitar miserias y pesares futuros, debe preguntar:
¿Tiene madre mi pretendiente? ¿Qué distingue el carácter de ella?
¿Reconoce él sus obligaciones para con ella? ¿Tiene en cuenta sus
deseos y su felicidad? Si no respeta ni honra a su madre, ¿mani-
festará respeto, amor, bondad y atención hacia su esposa? Cuando
haya pasado la novedad del casamiento, ¿seguirá amándome? ¿Será
paciente con mis equivocaciones, o criticón, dominador y autorita-
rio? El verdadero afecto disimula muchos errores; el amor no los
discernirá.
Acepte la joven como compañero de la vida tan sólo a un hombre
que posea rasgos de carácter puros y viriles, que sea diligente y
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rebose de aspiraciones, que sea honrado, ame a Dios y le tema.
Rehúya a los irreverentes. Evite al que ama la ociosidad; al que
se burla de las cosas santas. Eluda la compañía de quien usa lenguaje
profano o siquiera un vaso de bebida alcohólica. No escuche las
propuestas de un hombre que no comprenda su responsabilidad para
con Dios. La verdad pura que santifica el alma le dará valor para
apartarse del conocido más placentero que no ame ni tema a Dios, ni
sabe nada de los principios relativos a la justicia verdadera. Podemos
tolerar siempre las flaquezas y la ignorancia de un amigo, pero nunca
sus vicios