Página 168 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
Conducta inapropiada
Jugar con los corazones es un crimen no pequeño a la vista de
un Dios santo. Y sin embargo hay quienes manifiestan preferencia
por ciertas jóvenes y conquistan sus afectos, luego siguen su camino
y se olvidan por completo de las palabras que pronunciaron y de
sus efectos. Otro semblante los atrae, repiten las mismas palabras y
dedican a otra persona las mismas atenciones.
Esta disposición seguirá revelándose en su vida de casados. La
relación matrimonial no vuelve siempre firme el ánimo veleidoso
ni da constancia a los vacilantes ni los hace fieles a los buenos
principios. Los tales se cansan de la constancia, y sus pensamientos
profanos se revelarán en actos profanos. ¡Cuán esencial es, por lo
tanto, que los jóvenes ciñan los lomos de su entendimiento y sean
precavidos en su conducta a fin de que Satanás no pueda seducirlos
y desviarlos de la integridad!
Un joven que se complace en la compañía de una señorita y
conquista su amistad a espaldas de sus padres no desempeña un
papel noble ni cristiano para con ella ni para con sus padres. Puede
ser que mediante comunicaciones y citas secretas llegue a influir
en el ánimo de ella, pero al hacerlo no manifiesta la nobleza e
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integridad de alma que ha de poseer todo hijo de Dios. Para lograr
sus fines, los tales desempeñan un papel carente de franqueza, que
no concuerda con las normas de la Biblia, y demuestran que no son
fieles a quienes los aman y procuran ser sus leales guardianes. Los
casamientos contraídos bajo tales influencias no concuerdan con
la Palabra de Dios. El que quiso desviar de su deber a una hija y
confundir sus ideas acerca de las claras y positivas órdenes divinas
en cuanto a amar y honrar a sus padres, no es persona que quedaría
fiel a sus obligaciones matrimoniales.
“No hurtarás”, fue escrito por el dedo de Dios en las tablas de
piedra, y sin embargo ¡cuántas veces se práctica y disculpa el hurto
solapado de los afectos! Se persiste en un galanteo engañoso y en un
intercambio de comunicaciones secretas hasta que los afectos de un
ser inexperto, que no sabe en qué puede resultar todo esto, se retraen
en cierta medida de sus padres y se fijan en quien, por su misma
conducta, se demuestra indigno de su amor. La Biblia condena toda
suerte de improbidad.