Página 171 - Consejos para la Iglesia (1991)

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No se case con un incrédulo
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escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos
que están sobre la tierra”.
Deuteronomio 7:3, 4, 6
.
En el Nuevo Testamento hay prohibiciones similares acerca
del casamiento de los cristianos con los impíos. El apóstol Pablo,
en su primera carta a los corintios declara: “La mujer casada está
ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere,
libre es para casarse con quienquiera,
con tal que sea en el Señor
”.
También en su segunda epístola escribe: “No os unáis en yugo
desigual con los incrédulos; porque, ¿qué compañía tiene la justicia
con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y
qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el
incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?
Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo:
Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no
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toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre
y vosotros me seréis hijos e hijas dice el Señor Todopoderoso”.
1
Corintios 7:39
;
2 Corintios 6:14-18
.
Nunca debe el pueblo de Dios aventurarse en terreno prohibido.
El casamiento entre creyentes e incrédulos ha sido prohibido por
Dios, pero con demasiada frecuencia el corazón inconverso sigue
sus propios deseos y se contraen casamientos que Dios no sanciona.
Por esta causa muchos hombres y mujeres están sin esperanza y
sin Dios en el mundo. Murieron sus aspiraciones nobles, y Satanás
los sujeta en su red por una cadena de circunstancias. Los que son
dominados por la pasión y el impulso tendrán que cosechar una mies
amarga en esta vida, y su conducta puede resultar en la pérdida de
su alma.
Los que profesan la verdad pisotean la voluntad de Dios al
casarse con incrédulos; pierden su favor y hacen obras amargas, de
las que habrán de arrepentirse. La persona incrédula puede poseer un
excelente carácter moral; pero el hecho de que no haya respondido a
las exigencias de Dios y haya descuidado una salvación tan grande,
es razón suficiente para que no se verifique una unión tal. El carácter
de la persona incrédula puede ser similar al del joven a quien Jesús
dirigió las palabras: “Una cosa te falta”, y esa cosa era la esencial.