Página 172 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?
A veces se arguye que el no creyente favorece la religión, y que
como cónyuge es todo lo que puede desearse, excepto en una cosa,
que no es creyente. Aunque el buen juicio indique al creyente lo
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impropio que es unirse para toda la vida con una persona incrédula,
en nueve casos de cada diez triunfa la inclinación. La decadencia
espiritual comienza en el momento en que se formula el voto ante el
altar; el fervor religioso se enfría, y se quebranta una fortaleza tras
otra, hasta que ambos están lado a lado bajo el negro estandarte de
Satanás. Aun en las fiestas de boda, el espíritu del mundo triunfa
contra la conciencia, la fe y la verdad. En el nuevo hogar no se
respeta la hora de oración. El esposo y la esposa se han elegido
mutuamente y han despedido a Jesús.
Al principio el cónyuge no creyente no se opondrá abiertamente,
pero cuando se presenta la verdad bíblica a su atención y considera-
ción, surge en seguida el sentimiento: “Te casaste conmigo sabiendo
lo que era, y no quiero que se me moleste. De ahora en adelante
quede bien entendido que la conversación sobre tus opiniones parti-
culares queda prohibida”. Si el cónyuge creyente manifiesta algún
fervor especial respecto de su propia fe, ello puede ser interpretado
como falta de bondad hacia el que no tiene interés en la experiencia
cristiana.
El cónyuge creyente razona que, dada su nueva relación, debe
conceder algo al compañero que ha elegido. Asiste a diversiones
sociales y mundanas. Al principio lo hace de muy mala gana, pero
el interés por la verdad disminuye, y la fe se trueca en duda e in-
credulidad. Nadie habría sospechado que esa persona que antes era
un creyente firme y concienzudo que seguía devotamente a Cristo,
pudiese llegar a ser la persona vacilante y llena de dudas que es
ahora. ¡Oh, qué cambio realizó ese casamiento imprudente!
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Es algo peligroso aliarse con el mundo. Satanás sabe muy bien
que la hora del casamiento de muchos jóvenes, tanto de un sexo
como del otro, cierra la historia de su experiencia religiosa y de
su utilidad. Quedan perdidos para Cristo. Tal vez hagan durante
un tiempo un esfuerzo para vivir una vida cristiana, pero todas sus
luchas se estrellan contra una constante influencia en la dirección
opuesta. Hubo un tiempo en que era para ellos un privilegio y