La relación entre los esposos
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Los excesos sexuales destruirán ciertamente el amor por los ejer-
cicios devocionales, privarán al cerebro de substancia necesaria para
nutrir el organismo y agotarán efectivamente la vitalidad. Ninguna
mujer debe ayudar a su esposo en esta obra de destrucción propia.
No lo hará si ha sido iluminada al respecto y ama la verdad.
Cuanto más se satisfacen las pasiones animales, tanto más fuer-
tes y violentos serán los deseos de complacerlas. Comprendan su
deber los hombres y mujeres que temen a Dios. Muchos cristianos
profesos sufren de parálisis de los nervios y del cerebro debido a su
intemperancia en este sentido.
Los esposos han de ser considerados
Los maridos deben ser cuidadosos, atentos, constantes, fieles y
compasivos. Deben manifestar amor y simpatía. Si cumplen las pala-
bras de Cristo, su amor no será del carácter bajo, terrenal ni sensual
que los llevaría a destruir su propio cuerpo y a acarrear debilidad y
enfermedad a sus esposas. No se entregarán a la complacencia de las
pasiones bajas mientras repitan constantemente a sus esposas que
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deben estarles sujetas en todo. Cuando el marido tenga la nobleza de
carácter, la pureza de corazón y la elevación mental que debe poseer
todo cristiano verdadero, lo manifestará en la relación matrimonial.
Si tiene el sentir de Cristo, no será destructor del cuerpo, sino que
estará henchido de amor tierno y procurará alcanzar al más alto ideal
en Cristo.
Ningún hombre puede amar de veras a su esposa cuando ella se
somete pacientemente a ser su esclava para satisfacer sus pasiones
depravadas. En su sumisión pasiva, ella pierde el valor que una vez
él le atribuyó. La ve envilecida y rebajada, y pronto sospecha que se
sometería con igual humildad a ser degradada por otro que no sea
él mismo. Duda de su constancia y pureza, se cansa de ella y busca
nuevos objetos que despierten e intensifiquen sus pasiones inferna-
les. No tiene consideración con la ley de Dios. Estos hombres son
peores que los brutos; son demonios en forma humana. No conocen
los principios elevadores y ennoblecedores del amor verdadero y
santificado.
La esposa también llega a sentir celos del esposo y sospecha que,
si tuviese oportunidad, dirigiría sus atenciones a otra persona con