Página 192 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Capítulo 23—La madre y su hijo
En vez de sumirse en una simple rutina de faenas domésticas,
encuentre la esposa y madre de familia tiempo para leer, para mante-
nerse bien informada, para ser compañera de su marido y para seguir
de cerca el desarrollo de la inteligencia de sus hijos. Aproveche
sabiamente las oportunidades presentes para influir en sus amados
de modo que los encamine hacia la vida superior. Haga del querido
Salvador su compañero diario y su amigo familiar. Dedique algo de
tiempo al estudio de la Palabra de Dios, a pasear con sus hijos por el
campo y a aprender de Dios por la contemplación de sus hermosas
obras.
Consérvese alegre y animada. En vez de consagrar todo momento
a interminables costuras, haga de la velada de familia una ocasión
de grata sociabilidad, una reunión de familia después de las labores
del día. Un proceder tal induciría a muchos hombres a preferir la
sociedad de los suyos en casa a la del casino o de la taberna. Muchos
muchachos serían guardados del peligro de la calle. Muchas niñas
evitarían las compañías frívolas y seductoras. La influencia del hogar
llegaría a ser entonces para padres e hijos lo que Dios se propuso
que fuera, es decir, una bendición para toda la vida.
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A menudo se pregunta: “¿Debe una esposa no tener voluntad
propia?” La Biblia dice claramente que el esposo es el jefe de la
familia. “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos”. Si la
orden terminase así, podríamos decir que nada de envidiable tiene
la posición de la esposa; es muy dura y penosa en muchos casos, y
sería mejor que se realizasen menos casamientos. Muchos maridos
no leen más allá que “estad sujetas”, pero debemos leer la conclusión
de la orden, que es: “como al Señor”.
Debemos tener el Espíritu de Dios, o no podremos tener armonía
en el hogar. Si la esposa tiene el espíritu de Cristo, será cuidadosa en
lo que respecta a sus palabras; dominará su genio, será sumisa y sin
embargo no se considerará esclava, sino compañera de su esposo. Si
éste es siervo de Dios, no se enseñoreará de ella; no será arbitrario
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