Página 191 - Consejos para la Iglesia (1991)

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La relación entre los esposos
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oportunidad de ejercer la poderosa y benéfica influencia que debiera
poseer para elevar a su esposo. Podría suavizar su carácter severo, y
podría ejercer su influencia santificadora de tal modo que lo refinase
y purificase, induciéndole a luchar fervorosamente para gobernar
sus pasiones, a ser más espiritual, a fin de que puedan participar
juntos de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción
que impera en el mundo por la concupiscencia.
El poder de la influencia puede ser grande para inspirar a la
mente temas elevados y nobles, por encima de las complacencias
bajas y sensuales que procura por naturaleza el corazón que no
ha sido regenerado por la gracia. Si la esposa considera que, a fin
de agradar a su esposo debe rebajar sus normas, cuando la pasión
animal es la base principal del amor de él y controla sus acciones,
desagrada a Dios, porque deja de ejercer una influencia santificadora
sobre su esposo. Si le parece que debe someterse a sus pasiones
animales sin una palabra de protesta, no comprende su deber para
con él ni para con Dios.
Habéis sido comprados por precio
Las pasiones inferiores tienen su sede en el cuerpo y obran
por su medio. Las palabras “carne”, “carnal”, o “concupiscencias
carnales” abarcan la naturaleza inferior y corrupta; por sí misma la
carne no puede obrar contra la voluntad de Dios. Se nos ordena que
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crucifiquemos la carne, con los afectos y concupiscencias. ¿Cómo lo
haremos? ¿Infligiremos dolor al cuerpo? No, pero daremos muerte a
la tentación a pecar. Debe expulsarse el pensamiento corrompido.
Todo intento debe someterse al cautiverio de Jesucristo. Todas las
propensiones animales deben sujetarse a las facultades superiores
del alma. El amor de Dios debe reinar supremo; Cristo debe ocupar
un trono indiviso. Nuestros cuerpos deben ser considerados como
su posesión adquirida. Los miembros del cuerpo han de llegar a ser
los instrumentos de la justicia
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El hogar adventista (1894), 106-113
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