Página 193 - Consejos para la Iglesia (1991)

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La madre y su hijo
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ni exigente. No podemos estimar en demasía los afectos del hogar;
porque si el Espíritu del Señor mora allí, el hogar es un símbolo
del cielo. Si uno yerra, el otro ejercerá tolerancia cristiana y no se
retraerá con frialdad
La maternidad
Toda mujer a punto de ser madre, cualquiera que sea su am-
biente, debe fomentar constantemente una disposición feliz, alegre
y contenta, sabiendo que por todos los esfuerzos que haga en tal
sentido se verá resarcida diez veces en la naturaleza física y moral
de su hijo. Ni es esto todo. Ella puede acostumbrarse por hábito a
pensar animosamente, y así alentar una condición mental feliz como
alegre reflejo de su propio espíritu de dicha sobre su familia y sobre
aquellos con quienes trate. Su propia salud física quedará muy me-
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jorada. Las fuentes de la vida recibirán fuerza; la sangre no circulará
perezosamente, como sucedería si ella cediese al abatimiento y la
lobreguez. Su salud mental y moral será vigorizada por su buen áni-
mo. El poder de la voluntad puede resistir las impresiones mentales
y será un gran calmante para los nervios. Los niños que han sido
privados de la vitalidad que debieran haber heredado de sus padres
deben recibir el máximo cuidado. Si se presta detenida atención a
las leyes de su ser, se puede crear una condición mucho mejor.
La que espera ser madre debe conservar el amor de Dios en
su alma. Su ánimo debe estar en paz; debe descansar en el amor
de Jesús y practicar sus palabras. Debe recordar que las madres
colaboran con Dios
Ambos esposos deben cooperar. ¡Qué mundo no tendríamos si
todas las madres se consagrasen sobre el altar de Dios, y dedicasen
a Dios sus hijos, tanto antes como después de su nacimiento!
Muchos padres creen que el efecto de las influencias prenatales
es cosa de poca monta; pero el Cielo no las considera así. El mensaje
enviado por un ángel de Dios y reiterado en forma solemnísima
merece que le prestemos la mayor atención.
Al hablar a la madre hebrea [la esposa de Manoa], Dios se dirige
a todas las madres de todos los tiempos. Dijo el ángel: “La mujer
se guardará de todas las cosas que yo le dije”. El bienestar del niño
dependerá de los hábitos de la madre. Ella tiene, pues, que someter