Página 195 - Consejos para la Iglesia (1991)

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La madre y su hijo
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miento. No conviene que la vitalidad sea atraída innecesariamente a
la superficie para suplir la falta de ropa suficiente. Si la madre se ve
privada de una abundancia de alimento sano y nutritivo, su sangre
será deficiente en cantidad y calidad. Tendrá mala circulación, y su
hijo adolecerá de lo mismo. Se verá incapacitado para asimilar el
alimento y convertirlo en buena sangre que nutra el organismo. La
prosperidad de la madre y del niño depende mucho de que lleven
ropa adecuada, bien abrigada, y de que obtengan suficiente alimento
nutritivo.
Actitud de la madre que amamanta
El mejor alimento para el niño es el que suministra la naturaleza.
No debe privársele de él sin necesidad. Es muy cruel que la madre,
por causa de las conveniencias y los placeres sociales, procure liber-
tarse del desempeño de su ministerio materno de amamantar a su
pequeñuelo.
El período durante el cual el niño es nutrido por su madre es
crítico. A muchas madres, mientras amamantaban a sus pequeñue-
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los, se les ha permitido trabajar en exceso y afiebrarse la sangre
cocinando. El mamante quedó gravemente afectado, no sólo por la
nutrición afiebrada del pecho materno, sino que su sangre fue en-
venenada por el régimen malsano de la madre, que inflamó todo su
organismo y con ello afectó la alimentación del niño. Este quedará
también afectado por la condición mental de la madre. Si ella es
desdichada e irritable, si se agita fácilmente y es dada a ataques de
ira, la nutrición que el niño recibe del pecho materno será inflamada,
y con frecuencia producirá cólicos y espasmos, y en algunos casos
convulsiones y ataques.
También el carácter del niño se ve afectado en mayor o en menor
medida por la naturaleza del alimento que recibe de su madre. Cuán
importante es, pues, que mientras la madre amamante a su hijo se
mantenga en condición mental feliz, teniendo perfecto dominio de su
propio ánimo. Si obra así, la nutrición del niño no sufrirá perjuicio, y
la conducta serena de la madre dueña de sí en el trato que da a su hijo
contribuirá mucho a amoldar la mente del niño. Si éste es nervioso
y se agita con facilidad, la actitud cuidadosa y reposada de la madre