Página 204 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
de compañías malas y no santificadas. No debe dejar a sus varones
inquietos totalmente bajo el cuidado de la madre. Esta carga es de-
masiado pesada para ella. Debe él ordenar las cosas de acuerdo con
los mejores intereses de la madre y de los niños. Puede resultar muy
difícil para la madre ejercer dominio propio y dirigir sabiamente
la educación de sus hijos. En tal caso, el padre debe asumir una
parte mayor de la carga. Debe resolver que hará los esfuerzos más
decididos para salvar a sus hijos
Consejo acerca del número de hijos
Los hijos son la herencia del Señor, y somos responsables ante
él por el manejo de su propiedad. Trabajen los padres por los suyos,
con amor, fe y oración, hasta que gozosamente puedan presentarse a
Dios diciendo: “He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová”.
Dios quiere que los padres actúen como seres racionales y vivan
de tal manera que cada hijo reciba la debida educación, y que la
madre tenga fuerza y tiempo para emplear sus facultades mentales en
la disciplina de sus pequeñuelos a fin de que sean dignos de alternar
con los ángeles. Ella debe tener valor para desempeñar noblemente
su parte y hacer su obra en el temor y amor de Dios, a fin de que sus
hijos resulten en bendición para la familia y la sociedad.
El esposo y padre debe considerar todas estas cosas, no sea que
su esposa se vea recargada y así abrumada de abatimiento. Debe
procurar que la madre de sus hijos no se vea en situación tal que no
pueda atender con justicia a sus numerosos pequeñuelos y darles la
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debida preparación.
Hay padres que, sin considerar si pueden o no atender con justicia
a una familia grande, llenan su casa de pequeñuelos desvalidos, que
dependen por completo del cuidado y la instrucción de sus padres.
Este es un perjuicio grave, no sólo para la madre, sino para sus hijos
y la sociedad.
El que haya año tras año un niño en los brazos de la madre
significa una gran injusticia para ella. Reduce, y a menudo destruye,
para ella, el placer social y aumenta la miseria doméstica. Priva a sus
hijos del cuidado, de la educación y de la felicidad que los padres
tienen el deber de otorgarles.