Capítulo 25—El hogar cristiano
Al elegir un sitio para vivir, Dios quiere que consideremos ante
todo las influencias morales y religiosas que nos rodearán a nosotros
y a nuestras familias.
Sea éste el propósito que dirija la elección del punto en que se
piensa fundar el hogar. No hay que dejarse llevar por el deseo de
riquezas, ni por las exigencias de la moda, ni por las costumbres de la
sociedad. Téngase antes presente lo que más favorezca la sencillez,
la pureza, la salud y el verdadero mérito.
En vez de vivir donde sólo pueden verse las obras de los hombres
y donde lo que se ve y se oye sugiere a menudo malos pensamientos,
donde el alboroto y la confusión producen cansancio e inquietud,
id a vivir donde podáis contemplar las obras de Dios. Hallad la paz
del espíritu en la belleza, quietud y solaz de la naturaleza. Descanse
vuestra vista en los campos verdes, las arboledas y los collados.
Mirad hacia arriba, al firmamento azul que el polvo y el humo de las
ciudades no obscurecieron, y respirad el aire vigorizador del cielo
Ha llegado el tiempo en que, a medida que Dios abra el camino,
las familias deben salir de las ciudades. Los niños deben ser llevados
al campo. Los padres deben obtener un lugar tan adecuado como
se lo permitan sus recursos. Aunque la vivienda sea pequeña, debe
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haber junto a ella tierra que se pueda cultivar
Los padres y las madres que poseen un pedazo de tierra y un
hogar cómodo son reyes y reinas.
Si ello es posible, el hogar debería estar situado fuera de la ciu-
dad, donde los niños puedan tener terreno para cultivar. Asígnese
a cada uno de ellos un pedazo de tierra; y mientras se les enseña
a hacer un jardín, a preparar el suelo para la semilla y la impor-
tancia de mantenerlo libre de malas hierbas, incúlqueseles también
cuán importante es mantener la vida libre de prácticas de aspec-
to desagradable o perjudiciales. Enséñeseles a dominar los malos
hábitos como desarraigan la maleza en sus jardines. Se necesita-
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