Página 227 - Consejos para la Iglesia (1991)

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La recreación
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los trabajos más rudos, pueden hallar esa distracción que brota de
los principios y que les producirá verdadera felicidad, y no pasarán
el tiempo en bagatelas o en placeres egoístas
Su tiempo puede ser empleado aún con provecho, y estarán repo-
niendo las fuerzas constantemente con la variación, y todavía estar
redimiendo el tiempo de manera que puedan dar un buen informe de
cada momento a alguna persona
Muchos aseveran que para conservar la salud física es necesario
entregarse a diversiones egoístas. Es verdad que los cambios son
necesarios para el mejor desarrollo del cuerpo, porque la variación
refrigera y vigoriza la mente y el cuerpo; pero ella no se obtiene
participando en diversiones insensatas ni descuidando los deberes
diarios cuyo cumplimiento debe requerirse de los jóvenes
Entre los más peligrosos lugares de placer se cuenta el teatro. En
vez de ser una escuela de moralidad y virtud, como se pretende a me-
nudo, es el semillero de la inmoralidad. Estas diversiones fortalecen
y confirman los hábitos viciosos y las propensiones pecaminosas.
Los cantos viles, los ademanes y las expresiones y actitudes lascivas
depravan la imaginación y degradan la moral. Todo joven que asista
habitualmente a estos espectáculos, se corromperá en sus principios.
No hay en nuestra tierra influencia más poderosa para envenenar la
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imaginación, destruir las impresiones religiosas, y embotar el gusto
por los placeres tranquilos y las sobrias realidades de la vida, que las
diversiones teatrales. El amor por estas escenas aumenta con cada
asistencia, como el deseo de bebidas embriagantes se fortalece con
su consumo. La única conducta segura consiste en huir del teatro,
del circo y de otros lugares dudosos de diversión
El hecho de que, en su alegría reverente, David bailó delante de
Dios ha sido citado por los amantes de los placeres para justificar
los bailes modernos; pero este argumento no tiene fundamento. En
nuestros días, el baile va asociado con insensateces y festines de
medianoche. La salud y la moral se sacrifican en aras del placer. Los
que frecuentan los salones de baile no hacen de Dios el objeto de
su contemplación y reverencia. La oración o los cantos de alabanza
serían considerados intempestivos en esas asambleas y reuniones.
Esta prueba debiera ser decisiva. Los cristianos verdaderos no han
de procurar las diversiones que tienden a debilitar el amor a las cosas
sagradas y a aminorar nuestro gozo en el servicio de Dios. La música