Página 254 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
toda la fuerza de nuestro ser se dedica a ello. Nos hemos preparado
para dedicarnos con fervor y poder a los negocios mundanales hasta
el punto de que ahora es fácil para la mente inclinarse en este sentido.
Esta es la única razón que nos explica por qué los creyentes encuen-
tran tan difícil la vida religiosa y tan fácil la vida mundanal. Las
facultades han sido educadas para ejercer su fuerza en esa dirección.
En la vida religiosa se han aceptado las verdades de la Palabra de
Dios, pero no se las ha ilustrado en forma práctica en la vida.
El cultivo de los pensamientos religiosos y sentimientos de de-
voción no es hecho parte de la educación. Debieran influir en el ser
entero y regirlo completamente. El
hábito
de hacer lo recto es lo que
se necesita. Se obra intermitentemente bajo influencias favorables,
pero el pensar natural y fácilmente en las cosas divinas no es el
principio que rige la mente.
La mente debe ser educada y disciplinada para amar la pureza.
El amor por las cosas espirituales debe ser alentado. Sí, debe ser
estimulado, si se quiere crecer en la gracia y en el conocimiento de
la verdad. Desear lo bueno y la verdadera santidad es correcto en
sí, pero si te detienes allí, de nada te servirá. Los buenos propósitos
son loables, pero no tendrán valor a menos que se lleven resuelta-
mente a cabo. Muchos se perderán aunque esperaron y desearon ser
cristianos, pero no hicieron esfuerzos fervientes; por lo tanto, serán
pesados en la balanza y hallados faltos. La voluntad debe ejercerse
en la debida dirección diciendo:
Quiero
ser un cristiano consagrado.
Quiero
conocer la longitud, la anchura, la altura y la profundidad del
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amor perfecto. Escucha las palabras de Jesús: “Bienaventurados los
que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.
Mateo 5:6
. Cristo ha hecho amplia provisión para satisfacer el alma
que tiene hambre y sed de justicia
Alcancen los logros espirituales más elevados
El elemento puro del amor dilatará el alma, a fin de que alcance lo
superior, en busca del conocimiento más amplio de las cosas divinas,
de tal manera que no quede satisfecha a menos que obtenga la
plenitud. La mayoría de los que profesan ser cristianos no tienen idea
de la fuerza espiritual que podrían tener si fuesen tan ambiciosos,
celosos y perseverantes para alcanzar el conocimiento de las cosas