Página 256 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
cias, puedes sobresalir en música y caligrafía, pueden agradar tus
modales a los que te tratan, pero ¿qué tienen que ver estas cosas con
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una preparación para el cielo? ¿Te preparan para subsistir delante
del tribunal de Dios
Esta tierra es el lugar donde debemos adquirir el carácter
celestial
No te engañes. Dios no puede ser burlado. Nada que no sea la
santidad te preparará para el cielo. Es la piedad sincera y experimen-
tal lo único que puede darte un carácter puro y elevado, y habilitarte
para entrar en la presencia de Dios, quien mora en luz inaccesible.
Esta tierra es el único lugar donde debemos adquirir el carácter ce-
lestial. Por lo tanto, comienza en seguida. Y no te lisonjees de que
llegará el tiempo cuando podrás con más facilidad que ahora hacer
un esfuerzo ferviente. Cada día te distancia más de Dios. Prepárate
para la eternidad con un celo que no has manifestado todavía. Educa
la mente para amar la Biblia, amar la reunión de oración, amar la
hora de meditación, y sobre todo, la hora en la cual el alma comulga
con Dios. Adquiere la mentalidad del cielo si quieres unirte con el
coro celestial en las mansiones divinas
Asegura el amor de Dios mientras puedes
Mis pensamientos se remontan al fiel Abrahán, quien, en obe-
diencia a la orden divina que le fuera dada en visión nocturna en
Beerseba, prosigue su viaje junto con Isaac. Ve delante de sí la
montaña que Dios le ha prometido señalar como lugar donde debe
ofrecer su sacrificio. Isaac queda atado por las manos temblorosas
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y amantes de su padre compasivo, porque Dios lo ha dicho. El hijo
se somete al sacrificio, porque cree en la integridad de su padre.
Pero, cuando está listo, cuando la fe del padre y la sumisión del hijo
han sido plenamente probadas, el ángel de Dios detiene la mano
alzada de Abrahán que está por matar a su hijo, y le dice que basta.
“Conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu
único”.
Génesis 22:12
.
Este acto de fe de Abrahán ha sido registrado para nuestro bene-
ficio. Nos enseña la gran lección de confiar en los requerimientos