La disciplina y la educación apropiada de nuestros hijos
261
enseñarle a obedecer. Y a medida que el niño crezca, no relaje la
disciplina. Cada madre debe tomarse tiempo para razonar con sus
hijos, para corregir sus errores y enseñarles pacientemente el buen
camino. Los padres cristianos deben saber que están instruyendo y
preparando a sus hijos para ser hijos de Dios. Toda la experiencia
religiosa de los niños queda afectada por las instrucciones dadas,
y el carácter se forma en la niñez. Si la voluntad no se subyuga
entonces, ni se la hace someter a la voluntad de los padres, será tarea
muy difícil enseñarles la lección en los años ulteriores. ¡Qué lucha
intensa, qué conflicto costará someter a los requisitos de Dios esa
voluntad que nunca fue subyugada! Los padres que descuidan esa
obra importante, cometen un grave error y pecan contra sus pobres
hijos y contra Dios
[348]
Padres, si falláis en dar a vuestros hijos la educación que Dios
ha hecho vuestro deber darles, tendréis que rendirle cuenta por los
resultados. Estos resultados no quedarán confinados únicamente
a vuestros hijos. Así como el abrojo que se permite crecer en el
campo produce una cosecha según su especie, también los pecados
resultantes de vuestro descuido obrarán para arruinar a todos los que
entren en la esfera de su influencia
La maldición de Dios descansará seguramente sobre los padres
infieles. No sólo están ellos plantando espinas que los habrán de herir
aquí, sino que deberán arrostrar su propia responsabilidad cuando se
abra el juicio. Muchos hijos se levantarán en el juicio y condenarán
a sus padres porque no los reprendieron, y los harán responsables
de su destrucción. La falsa simpatía y el amor ciego de los padres
los impulsa a excusar y a no corregir las faltas de sus hijos, y como
consecuencia éstos se pierden, y la sangre de sus almas recaerá sobre
los padres infieles
El mal de la ociosidad
Se me ha mostrado que mucho pecado es el resultado de la
ociosidad. Las manos y las mentes activas no hallan tiempo para
ceder a toda tentación que el enemigo sugiere, pero las manos y los
cerebros ociosos están totalmente preparados para ser dominados
por Satanás. Cuando la mente no está debidamente ocupada, se