Página 266 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
espacia en cosas impropias. Los padres deben enseñar a sus hijos
que la ociosidad es pecado
Nada hay que conduzca tan seguramente al mal como aliviar
a los hijos de toda carga, para dejarles llevar una vida ociosa y
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sin objeto, no haciendo nada u ocupándose según les agrade. La
mente de los niños es activa, y si no se ocupa con cosas buenas y
útiles, se dedicará inevitablemente a lo malo. Aunque es correcto
y necesario que tengan recreación, se les debe enseñar a trabajar,
a tener horas regulares para el trabajo físico y también para leer y
estudiar. Procúrese que tengan ocupación apropiada para sus años y
que estén provistos de libros útiles e interesantes
Con frecuencia los niños comienzan un trabajo con entusiasmo,
pero de pronto se confunden o se cansan de él y quieren cambiar
y realizar alguna cosa nueva. Así pueden comenzar varias cosas,
desanimarse y abandonarlas; y así pasan de una cosa a otra sin
perfeccionar ninguna. Los padres no deberían permitirles que esa
tendencia al cambio domine a sus hijos. No deberían recargarse con
otras cosas de modo que no tengan tiempo para disciplinar y desa-
rrollar con paciencia su mente. Unas pocas palabras de ánimo, o un
poco de ayuda en el momento debido, puede ayudarles a superar sus
dificultades y desánimos; y la satisfacción que obtendrán de ver que
la tarea ha sido completada los estimulará a mayores realizaciones
Los niños que han sido mimados y rodeados de cuidados, esperan
siempre un trato tal; y si su expectativa no se cumple, se chasquean
y desalientan. Esa misma disposición se verá en toda su vida. Serán
incapaces, dependerán de la ayuda ajena, y esperarán que los demás
los favorezcan y cedan a sus deseos. Y si encuentran oposición, aun
en la edad adulta, se creen maltratados; y así recorren su senda por
el mundo, acongojados, apenas capaces de llevar su propio peso,
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murmurando e irritándose a menudo porque todo no les sale a pedir
de boca
Una mujer se perjudica a sí misma y a los miembros de su
familia gravemente cuando hace el trabajo suyo y el de ellos también;
cuando trae la leña y el agua, y aun toma el hacha para cortar la leña,
mientras su esposo y sus hijos permanecen sentados alrededor del
fuego en agradable reunión social. Dios nunca se propuso que las
esposas y madres fuesen esclavas de sus familias. Más de una madre
está sobrecargada de cuidados, porque no ha enseñado a sus hijos a