Página 270 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
perjudiciales, que permitirían a otros envenenar sus mentes juveniles
antes de advertir el peligro
Nunca corrijáis a un niño cuando estéis airados
Si vuestros hijos son desobedientes debieran ser corregidos.
Antes de corregirlos, pedid al Señor a solas que ablande y subyugue
el corazón de vuestros hijos y que os dé sabiduría para tratarlos. Ni
en un sólo caso he sabido nunca que haya fracasado este método.
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No podéis hacer que un hijo comprenda cosas espirituales cuando el
corazón está conmovido por la pasión.
Debéis corregir a vuestros niños con amor. No permitáis que ha-
gan lo que les plazca hasta que os enojéis, y entonces los castiguéis.
Una corrección tal sólo ayuda al mal en vez de corregirlo.
Manifestar ira hacia un niño que se equivoca, es aumentar el
mal. Eso despierta las peores pasiones en el niño y lo induce a creer
que no os preocupáis por él. Razona consigo mismo que no podríais
tratarlo así si os interesara.
¿Y pensáis que Dios no sabe la forma en que son corregidos
esos niños? Sabe, y sabe también lo que podrían ser los benditos
resultados si la obra de corrección se hiciera en una forma que
conquistara en vez de repeler
La importancia de ser estrictamente honestos con los niños
Los padres deberían ser modelos de veracidad, porque ésta es
la lección diaria que debe imprimirse en el corazón de los niños.
Principios inconmovibles deberían dirigir a los padres en todas las
ocupaciones de la vida, especialmente en la educación y enseñanza
de sus hijos. “Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su
conducta fuere limpia y recta”.
Una madre que carece de discernimiento y que no sigue la di-
rección del Señor, puede educar a sus hijos para ser engañadores
e hipócritas. Los rasgos de carácter, estimulados de esta manera,
pueden hacerse tan permanentes que mentir será tan natural como
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respirar. El fingimiento se tomará por sinceridad y realidad.
Padres, no mintáis nunca; nunca digáis lo que no es verdad en
precepto o en ejemplo. Si queréis que vuestros hijos sean veraces, sed