Página 272 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
un carácter noble y ejercer una influencia que ganaría almas para
Cristo. El conocimiento es poder; pero la capacidad intelectual, sin
la bondad del corazón, es un poder para el mal.
Dios nos ha dado nuestras facultades intelectuales y morales; pe-
ro en extenso grado cada persona es arquitecto de su propio carácter.
Cada día va subiendo la estructura. La Palabra de Dios nos advierte
que prestemos atención a cómo edificamos, para que nuestro edificio
se funde en la Roca eterna. Llegará el tiempo en que nuestra obra
quedará revelada tal cual es. Ahora es el momento para que todos
cultiven las facultades que Dios les ha dado, a fin de que puedan
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desarrollar un carácter que tenga utilidad aquí y sea apto para la vida
superior.
Cada acto de la existencia, por muy insignificante que sea, tiene
influencia en la formación del carácter. Un buen carácter es más
precioso que las posesiones mundanales; y la obra de su formación
es la más noble a la cual puedan dedicarse los hombres.
Los caracteres formados por las circunstancias son variables y
discordantes, una masa de sentimientos encontrados. Sus poseedores
no tienen un blanco elevado o fin en la vida. No ejercen influencia
ennoblecedora sobre el carácter de los demás. Viven sin propósito
ni poder.
La corta vida que se nos concede debe ser aprovechada sabia-
mente. Dios quiere que su iglesia sea viva, consagrada, y que trabaje.
Nuestro pueblo, en conjunto, dista mucho de esto ahora. Dios pide
almas fuertes, valientes, cristianas, activas y vivas, que sigan al ver-
dadero Modelo, y que ejerzan una influencia definida por Dios y lo
recto. El Señor nos ha confiado, como cometido sagrado, verdades
importantísimas y solemnes, y debemos demostrar su influencia en
nuestra vida y carácter
Una experiencia personal al aconsejar a niños
Hay madres que no tratan a sus hijos de un modo uniforme. A
veces les permiten hacer o tener cosas que les perjudican, y otras
veces les niegan placeres inocentes que llenarían de contento los
corazones infantiles. En esto no siguen el ejemplo de Cristo, quien
amaba a los niños, comprendía sus sentimientos y simpatizaba con
ellos en sus placeres y sus pruebas
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