Página 273 - Consejos para la Iglesia (1991)

Basic HTML Version

La disciplina y la educación apropiada de nuestros hijos
269
Cuando los niños ruegan que se los deje ir en cierta compañía,
o asistir a tal reunión para divertirse, decidles: “Hijos, no os puedo
dejar ir; sentaos aquí mismo y os diré por qué. Estoy trabajando
para la eternidad y para Dios. El es quien os confió a mi cuidado.
Para vosotros, ocupo el lugar de Dios, y por lo tanto debo velar
sobre vosotros como quien deberá rendir cuentas en el día de Dios.
¿Quisierais que el nombre de vuestra madre se anotase en el libro
del cielo como el de quien no cumplió su deber para con sus hijos y
dejó que el enemigo entrase y ocupase el terreno que ella debiera
haber ocupado? Niños, voy a deciros cuál es el buen camino, y
luego si decidís apartaros de vuestra madre y entrar en caminos de
maldad, ella estará libre de culpa, pero vosotros tendréis que sufrir
por vuestro pecado”.
Así solía obrar yo con mis hijos, y antes que terminara de hablar,
se ponían a llorar y decían: “¿No quieres orar por nosotros?” Natu-
ralmente, nunca rehusaba orar por ellos. Me arrodillaba a su lado
y oraba por ellos. Luego me apartaba e intercedía con Dios hasta
que el sol estaba ya alto en el cielo, tal vez durante toda la noche,
para que cesase el ensalmo del enemigo y yo obtuviese la victoria.
Aunque me costaba una noche de trabajo, me sentía ricamente re-
compensada, cuando mis hijos se me echaban al cuello y decían:
“¡Oh, mamá, nos alegramos tanto de que no nos dejaste ir cuando te
lo pedíamos! Ahora vemos que habría sido malo”.
Padres, así es como debéis obrar, como quienes toman el asunto
en serio. Y debéis tomarlo en serio si esperáis salvar a vuestros hijos
para el reino de Dios
[360]
Nunca podrá darse la debida educación a los jóvenes en este
país o en otro cualquiera, a menos que estén separados por una larga
distancia de las ciudades. Las costumbres y las prácticas propias de
las ciudades inhabilitan la mente de los jóvenes para la entrada de la
verdad
La necesidad que tienen los padres de más guía divina
No podéis descuidar impunemente la educación de vuestros
hijos. Los defectos de su carácter publicarán vuestro descuido a este
respecto. Los males que dejéis pasar sin corrección, los modales
bruscos, groseros, la falta de respeto y obediencia, las costumbres