Página 279 - Consejos para la Iglesia (1991)

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La educación cristiana
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tarían mejor servicio al Maestro quedando donde están. Debieran
animar a la iglesia de la cual son miembros a establecer una escuela
primaria donde los niños de su seno podrían recibir una educación
cristiana completa y práctica. Sería inmensamente mejor para sus
hijos, para sí mismos y para la causa de Dios, que quedasen en las
iglesias menores, donde es necesaria su ayuda, en vez de ir a las
iglesias mayores donde, debido a que no se los necesita, están en la
constante tentación de caer en la inactividad espiritual.
Dondequiera que haya algunos observadores del sábado, los pa-
dres deben unirse para proveer un lugar apropiado para una escuela
diurna donde sus niños y jóvenes puedan ser instruidos. Deben em-
plear un maestro cristiano que, como misionero consagrado, eduque
a los niños de tal manera que los induzca a llegar a ser misioneros
Tenemos ante Dios la obligación solemne y sagrada de criar a
nuestros niños para él y no para el mundo; de enseñarles a no hacer
alianza con el mundo sino a amar y temer a Dios y a guardar sus
mandamientos. Se les debe inculcar el pensamiento de que están
formados a la imagen de su Creador y de que Cristo es el Modelo
al cual deben adaptarse. Debe prestarse la más seria atención a la
educación que impartirá un conocimiento de la salvación, y amoldará
la vida y el carácter a la semejanza divina
Para suplir la falta de obreros, Dios desea que se establezcan en
diferentes países centros educacionales donde los estudiantes pro-
misorios puedan educarse en los ramos prácticos del conocimiento
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y en la verdad bíblica. A medida que estas personas se ocupen en el
trabajo, irán dando carácter a la obra de la verdad presente en nuevos
campos.
Aparte de la educación de aquellos que han de ser enviados
como misioneros desde nuestras asociaciones más antiguas, deben
educarse personas de diferentes partes del mundo para trabajar por
sus compatriotas y vecinos, y hasta donde sea posible, es mejor
y más seguro para ellos obtener su educación en el campo donde
tienen que trabajar. Rara vez resulta mejor para el obrero o para el
progreso de la obra que vaya a tierras lejanas para educarse
Como iglesia, como individuos, si queremos estar sin culpa en el
juicio, debemos hacer esfuerzos más generosos para la educación de
nuestros jóvenes, a fin de que puedan estar mejor preparados para las
diversas ramas de la gran obra confiada a nuestras manos. Debemos