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Consejos para la Iglesia
y den un testimonio definido a los que creen que vivimos en los
últimos tiempos de la historia de este mundo. Debe haber una línea
de separación entre los que sirven a Dios y los que se complacen a
sí mismos.
Se me ha mostrado que los principios que nos fueron dados en
los primeros días de este mensaje no han perdido su importancia
y debemos tenerlos en cuenta tan concienzudamente como enton-
ces. Hay algunos que jamás han seguido la luz dada en cuanto al
régimen. Ya es tiempo de sacar la luz de debajo del almud para que
resplandezca con toda su fuerza.
Los principios del sano vivir tienen una gran importancia para
nosotros como individuos y como pueblo. Cuando me llegó el men-
saje de la reforma pro salud, yo era débil y predispuesta a frecuentes
desmayos. Suplicaba al Señor que me ayudara, y él me presentó el
vasto plan de la reforma pro salud. Me mostró que los que guardan
sus mandamientos deben entrar en una relación sagrada con él, y por
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la temperancia en el comer y el beber, guardar su mente y su cuerpo
en las condiciones más favorables para servirle. Esta luz fue una
gran bendición para mí. Me decidí en favor de la reforma pro salud
sabiendo que el Señor me fortificaría. Actualmente, no obstante mi
edad, gozo de mejor salud que cuando era joven.
Algunos aseveran que no he seguido los principios de la reforma
pro salud conforme los ha preconizado mi pluma; pero puedo afirmar
que he practicado fielmente dicha reforma. Los miembros de mi
familia saben que ello es verdad.
“Haced todo para la gloria de Dios”
No prescribimos un régimen definido, pero decimos que en los
países donde abundan las frutas, los cereales y las nueces, la carne no
es el alimento adecuado para el pueblo de Dios. Se me ha indicado
que la carne propende a animalizar la naturaleza, a despojar a los
hombres y mujeres del amor y la simpatía que debieran sentir por
cada cual, y hace predominar las pasiones bajas sobre las facultades
más elevadas del ser. Si el comer carne fue alguna vez saludable, no
lo es ahora. Los cánceres y tumores y las enfermedades pulmonares
se deben mayormente a la costumbre de comer carne.