Página 323 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Fidelidad en la reforma pro salud
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No hacemos del consumo de la carne una condición para la
admisión de los miembros, pero debemos considerar la influencia
que ejercen sobre otros los creyentes profesos que usan carne. Como
mensajeros de Dios, ¿no diremos al pueblo; “Si, pues, coméis o
bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios?”
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¿No daremos un testimonio decidido contra la complacencia del
apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de los que son ministros del
Evangelio y que proclaman la verdad más solemne que haya sido
dada a los mortales, dar el ejemplo de volver a las ollas de Egipto?
¿Quieren los que son sostenidos por el diezmo de la tesorería de Dios
permitir que la gula envenene la corriente vital que fluye por sus
venas? ¿Harán caso omiso de la luz y las amonestaciones que Dios
les ha dado? La salud del cuerpo debe considerarse como esencial
para el crecimiento en la gracia y la adquisición de un carácter
templado. Si no se cuida debidamente el estómago, será trabada la
formación de un carácter moral íntegro. El cerebro y los nervios
están en relación íntima con el estómago. De los errores practicados
en el comer y beber resultan pensamientos y hechos erróneos.
Todos somos probados en este tiempo. Hemos sido bautizados
en Cristo; y si estamos dispuestos a separarnos de todo aquello que
tienda a degradarnos y a hacernos lo que no debemos ser, recibiremos
fuerza para crecer en Cristo, nuestra cabeza viviente, y veremos la
salvación de Dios.
Sólo cuando demostremos ser inteligentes tocante a los princi-
pios de una vida sana, podremos discernir los males que resultan
de un régimen alimenticio impropio. Aquellos que, habiéndose im-
puesto de sus errores, tengan el valor de modificar sus costumbres,
encontrarán que la reforma exige luchas y mucha perseverancia. Pe-
ro una vez que hayan adquirido gustos sanos, verán que el consumo
de la carne, en el que antes no veían mal alguno, preparaba lenta
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pero seguramente la dispepsia y otras enfermedades.
Padres y madres, orad y velad. Guardaos mucho de la intempe-
rancia en cualesquiera de sus formas. Enseñad a vuestros hijos los
principios de una verdadera reforma pro salud. Enseñadles lo que
deben evitar para conservar la salud. La ira de Dios ha comenzado
ya a caer sobre los rebeldes. ¡Cuántos crímenes, cuántos pecados
y prácticas inicuas se manifiestan por todas partes! Como deno-