Página 324 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
minación, debemos preservar con cuidado a nuestros hijos de toda
compañía depravada.
Eduquemos a la gente
Deben hacerse más esfuerzos para enseñar a la gente los princi-
pios de la reforma pro salud. Deberían instituirse clases culinarias
para dar a las familias instrucciones tocante al arte de preparar ali-
mentos sanos. Las personas jóvenes y las de edad adulta deberían
aprender a cocinar con más sencillez. En todo lugar donde la verdad
sea presentada, debe enseñarse a la gente a preparar alimentos de
un modo sencillo a la vez que apetitoso. Debe demostrársele que un
régimen nutritivo puede ser alcanzado sin hacer uso de la carne.
Enseñad a la gente que más vale prevenir que curar. Nuestros
médicos, como sabios educadores, deberían prevenir a cada uno
contra la satisfacción de apetitos desordenados y mostrar que el
único medio de evitar la ruina del cuerpo y de la mente consiste en
abstenerse de las cosas que Dios prohibió.
Se requiere mucho tacto y juicio para ordenar un régimen nutri-
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tivo destinado a reemplazar al que seguían antes las personas que
aprenden a seguir la reforma pro salud. Se necesita fe en Dios, una
voluntad firme, y el deseo de ser útiles. Un régimen deficiente arroja
descrédito sobre la reforma pro salud. Somos mortales, y debemos
proveer a nuestros cuerpos una alimentación fortificante.
Los extremismos dañan la reforma pro salud
Algunos de nuestros miembros se abstienen concienzudamente
de alimentos que no son higiénicos, pero no suministran a su orga-
nismo los elementos que necesita para sustentarse. Los que llevan al
extremo la reforma pro salud corren el riesgo de preparar alimentos
insípidos y que no satisfagan. Los alimentos deben ser preparados
de modo que sean apetitosos y nutritivos. No debe despojárselos de
lo que nuestro organismo necesita. Yo hago uso de un poco de sal y
siempre lo he hecho, porque la sal, lejos de ser nociva, es indispensa-
ble para la sangre. Las legumbres debieran hacerse más agradables
aderezándolas con un poco de leche o crema, o su equivalente.