Cómo tratar con los que yerran
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otros miembros. Se cometen errores e injusticias porque algunos no
quieren seguir las instrucciones dadas por el Señor Jesús.
“Si tu hermano peca contra ti—declaró Cristo—, vé y repréndele
estando tú y él solos”.
Mateo 18:15
. No habléis del mal a otro. Si
este mal es contado a una persona, luego a otra, y aun a otra, el
informe crece continuamente, y el daño aumenta hasta que toda la
iglesia tiene que sufrir. Arréglese el asunto “entre tú y el solo”. Tal es
el plan de Dios. “No entres apresuradamente en pleito, no sea que no
sepas que hacer al fin, después que tu prójimo te haya avergonzado.
Trata tu causa con tu compañero, y no descubras el secreto a otro”.
Proverbios 25:8, 9
. No toleréis el pecado en vuestro hermano, pero
no lo expongáis ni aumentéis la dificultad haciendo que la reprensión
parezca como una venganza. Corregidle de la manera esbozada en
la Palabra de Dios.
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No permitáis que el resentimiento madure en malicia. No dejéis
que la herida se infecte y reviente en palabras envenenadas que
manchen la mente de quienes las oigan. No permitáis que los pensa-
mientos amargos continúen embargando vuestro ánimo y el suyo. Id
a vuestro hermano, y con humildad y sinceridad habladle del asunto.
Cualquiera que sea el carácter de la ofensa, no cambia el plan
que Dios trazó para el arreglo de las desinteligencias e injurias
personales. El hablar a solas con el espíritu de Cristo a aquel que
faltó eliminará la consiguiente dificultad. Id a aquel que erró, con el
corazón lleno del amor y la simpatía de Cristo, y tratad de arreglar el
asunto. Razonad con él con calma y tranquilidad. No dejéis escapar
de vuestros labios palabras airadas. Hablad de una manera que apele
a su mejor criterio. Recordad las palabras: “Sepa que el que haga
volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma,
y cubrirá multitud de pecados”.
Santiago 5:20
.
Llevad a vuestro hermano el remedio que curará la enfermedad
del desafecto. Haced vuestra parte para ayudarle. Por amor a la paz
y unidad de la iglesia, considerad este proceder tanto un privilegio
como un deber. Si él os oye, le habréis ganado como amigo.
Todo el cielo está interesado en la entrevista entre aquel que
ha sido perjudicado y el que está en error. Y cuando el que erró
acepta la reprensión ofrecida con el amor de Cristo y, reconociendo
su error, pide perdón a Dios y a su hermano, la alegría del cielo
llena su corazón. La controversia terminó. La amistad y la confianza
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