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Consejos para la Iglesia
vuestros hijos lo que hacéis y os proponéis, y dejadlos participar en
vuestra preparación para guardar el sábado según el mandamiento.
Debemos cuidar celosamente las extremidades del sábado. Re-
cordemos que cada momento es tiempo santo y consagrado. Siempre
que se pueda los patrones deben dejar en libertad a sus obreros desde
el viernes al mediodía hasta el principio del sábado. Dadles tiempo
para la preparación, a fin de que puedan dar la bienvenida al día
del Señor con espíritu tranquilo. Una conducta tal no os infligirá
pérdidas, ni aun en las cosas temporales.
Hay otra obra que debe recibir atención en el día de preparación.
En ese día deben ponerse a un lado todas las divergencias entre her-
manos, ora sea en la familia o en la iglesia. Expúlsese del alma toda
amargura, ira y malicia. Con espíritu humilde, “confesaos vuestras
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ofensas unos a otros y orad unos por otros, para que seáis sanados”.
Santiago 5:16
Nada de lo que a los ojos del cielo será considerado como vio-
lación del santo sábado debe dejarse para ser dicho o hecho en el
sábado. Dios requiere no sólo que evitemos el trabajo físico en sá-
bado, sino que disciplinemos nuestra mente para que se espacie en
temas sagrados. Se infringe virtualmente el cuarto mandamiento al
conversar de cosas mundanales, o al dedicarse a una conversación
liviana y trivial. El hablar de cualquier cosa o de todo lo que acude a
la mente es pronunciar nuestras propias palabras. Toda desviación
de lo recto nos pone en servidumbre y condenación
El culto de puesta del sol
El sábado tiene un carácter mucho más sagrado que el que le
atribuyen muchos de los que profesan observarlo. El Señor ha sido
grandemente deshonrado por aquellos que no han guardado el sábado
de acuerdo con el mandamiento, en la letra y el espíritu. El pide una
reforma en la observancia del sábado.
Antes de que se ponga el sol, congréguense los miembros de la
familia para leer la Palabra de Dios y para cantar y orar. Se necesita
una reforma en esto, porque muchos han sido remisos. Necesitamos
confesarnos a Dios y unos a otros. Debemos empezar de nuevo a
hacer arreglos especiales para que cada miembro de la familia sea
preparado para honrar el día que Dios ha bendecido y santificado.