Página 373 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos sobre mayordomía
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éste; porque despierta en su corazón las simpatías más profundas y
le mueve a ejercitar las más altas facultades de la mente
Debidamente dirigida, la generosidad ejercita las energías menta-
les y morales de los hombres y los incita a una acción muy saludable
para beneficiar a los necesitados y adelantar la causa de Dios
Toda oportunidad de ayudar a un hermano menesteroso o de
ayudar a la causa de Dios en la difusión de la verdad, es una perla
que podéis enviar delante de vosotros para depositarla en el banco
del cielo en segura custodia
“De cada hombre que da voluntariamente”
El único medio que Dios ha dispuesto para hacer progresar su
causa consiste en bendecir a los hombres con propiedades. Les da la
luz del sol y la lluvia, hace florecer la vegetación, les da salud y ca-
pacidad de adquirir recursos. Todas nuestras bendiciones provienen
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de su mano bondadosa. En retribución, quiere él que los hombres
y las mujeres manifiesten su gratitud devolviéndole una porción
en diezmos y ofrendas, en ofrendas de agradecimiento y ofrendas
voluntarias
La generosidad de los judíos en la construcción del tabernáculo y
del templo ilustra un espíritu de dadivosidad que no ha sido igualado
por los cristianos en ninguna ocasión ulterior. Los judíos acababan
de ser libertados de su larga esclavitud en Egipto y erraban por
el desierto; sin embargo, apenas fueron librados de los ejércitos
de los egipcios que los perseguían en su apresurado viaje, llegó la
palabra del Señor a Moisés, diciendo: “Di a los hijos de Israel que
tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad,
de corazón tomaréis mi ofrenda”.
Éxodo 25:2
.
El pueblo tenía pocas riquezas, y ninguna halagüeña perspecti-
va de aumentarlas; pero tenía delante de sí un objeto: construir el
tabernáculo para Dios. El Señor había hablado, y sus hijos debían
obedecer su voz. No retuvieron nada. Todos dieron con mano vo-
luntaria; no cierta cantidad de sus ingresos, sino gran parte de lo
que poseían. La consagraron gozosa y cordialmente al Señor, y le
agradaron al hacerlo. ¿No le pertenecía acaso todo? ¿No les había
dado él todo lo que poseían? Si él lo pedía, ¿no era su deber devolver
al Prestamista lo suyo?