Página 374 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
No hubo necesidad de rogarles. El pueblo trajo aún más de lo
requerido, y se le dijo que cesara de traer sus ofrendas porque había
ya más de lo que se podía usar. Igualmente, al construirse el templo,
el pedido de recursos recibió cordial respuesta. La gente no dio de
mala gana. Le regocijaba la perspectiva de que fuese construído un
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edificio para el culto de Dios, y dio más de lo suficiente para ese fin.
¿Pueden los cristianos, que se precian de tener mayor luz que los
hebreos, dar menos de lo que daban ellos? ¿Pueden los cristianos que
viven cerca del tiempo del fin quedar satisfechos con sus ofrendas
que no alcanzan ni a la mitad de la que eran las de los judíos
El Señor ha ordenado que la difusión de la luz y la verdad en
la tierra dependan de los esfuerzos voluntarios y las ofrendas de
aquellos que han participado de los dones celestiales. Son compa-
rativamente pocos los llamados a viajar como ministros o como
misioneros, pero multitudes han de cooperar con sus recursos en la
difusión de la verdad.
Bien, dice uno, siguen llegando los pedidos de dar para la causa.
Estoy cansado de dar. ¿Es verdad? Entonces, permítame preguntarle:
¿Está usted cansado de recibir de la benéfica mano de Dios? Mientras
él no cese de bendecirle, no cesará usted de estar bajo la obligación
de devolverle la porción que exige. El le bendice a usted para que
esté en situación de beneficiar a otros. Cuando usted esté cansado de
recibir, entonces podrá decir: Estoy cansado de tantas invitaciones
a dar. Dios reserva para sí una porción de todo lo que recibimos.
Cuando se la devolvemos, bendice el resto, pero si la retenemos, tarde
o temprano el conjunto resulta maldito. Primero viene el derecho de
Dios; todo otro derecho es secundario
El diezmo es ordenado por Dios
Las ofrendas voluntarias y el diezmo constituyen la renta del
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Evangelio. Dios pide cierta porción de los recursos confiados al
hombre: un diezmo
Todos deben recordar que lo que Dios exige de nosotros supera a
cualquier otro derecho. El nos da abundantemente, y el contrato que
él ha hecho con el hombre es que una décima parte de las posesiones
de éste sea devuelta a Dios. El confía misericordiosamente sus
tesoros a sus mayordomos, pero dice del diezmo: Es mío. En la