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Consejos para la Iglesia
Nunca podrá la causa de Dios progresar como debiera hacerlo antes
que los seguidores de Cristo trabajen activa y celosamente
El privilegio de ser colaborador con Dios
Dios no depende del hombre para sostener su causa. Podría haber
enviado medios directamente del cielo para suplir su tesorería, si en
su providencia lo hubiese considerado mejor para el hombre. Podría
haber formulado planes para que los ángeles hubiesen sido envia-
dos a publicar la verdad al mundo sin intervención de los hombres.
Podría haber escrito las verdades en el firmamento y haber dejado
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que éste declarase al mundo sus requerimientos en caracteres vivos.
Dios no depende del oro o la plata de hombre alguno. Dice: “Porque
mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los
collados”. “Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es
el mundo y su plenitud”.
Salmos 50:10, 12
. Cualquier necesidad de
que intervengamos en el adelantamiento de la causa de Dios, ha sido
ordenada a propósito para nuestro bien. El nos ha honrado haciéndo-
nos colaboradores suyos. Ordenó que fuese necesaria la cooperación
de los hombres a fin de que pudiesen practicar la generosidad.
La ley moral ordenaba la observancia del sábado, que no era una
carga excepto cuando esa ley era transgredida y los hombres se veían
sujetos a las penalidades que entrañaba su violación. Igualmente, el
sistema del diezmo no era una carga para aquellos que no se aparta-
ban del plan. El sistema ordenado a los hebreos no ha sido abrogado
ni reducido su vigor por Aquel que lo ideó. En vez de carecer de
fuerza ahora, tiene que practicarse más plena y extensamente, puesto
que la salvación por Cristo debe ser proclamada con mayor plenitud
en la era cristiana.
El Evangelio, para extenderse y ampliarse, requería mayores
provisiones para sostener la guerra después de la muerte de Cristo, y
esto hizo que la ley de dar ofrendas fuese una necesidad más apre-
miante que bajo el gobierno hebreo. Dios no requiere menos ahora,
sino mayores dones que en cualquier otro período de la historia del
mundo. El principio trazado por Cristo es que los dones y ofrendas
deben ser proporcionales a la luz y bendiciones que se han disfru-
tado. El dijo: “Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho,
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mucho se le demandará”.
Lucas 12:48