Página 377 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos sobre mayordomía
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Un raudal de luz resplandece de la Palabra de Dios y debemos
despertarnos para reconocer las oportunidades descuidadas. Cuando
todos sean fieles en lo que respecta a devolver a Dios lo suyo en
diezmos y ofrendas, se abrirá el camino para que el mundo oiga
el mensaje para este tiempo. Si el corazón de los hijos de Dios
estuviese lleno de amor por Cristo; si cada miembro de la iglesia
estuviese cabalmente dominado por un espíritu de abnegación; si
todos manifestasen profundo fervor, no faltarían fondos para las
misiones. Nuestros recursos se multiplicarían, y se nos ofrecerían
mil oportunidades de ser útiles. Si el propósito de Dios de dar al
mundo el mensaje de misericordia hubiese sido llevado a cabo por
su pueblo, Cristo habría venido ya a la tierra, y los santos habrían
recibido su bienvenida en la ciudad de Dios
Dios pide una décima parte de las ganancias que nos da
El sistema del diezmo se remonta hasta más allá del tiempo de
Moisés. Ya en los días de Adán se requería de los hombres que
ofreciesen a Dios donativos de índole religiosa, es decir, antes que
el sistema fuese dado a Moisés en forma definida. Al cumplir lo
requerido por Dios, debían manifestar, mediante sus ofrendas, apre-
cio por las misericordias y las bendiciones de Dios para con ellos.
Esto continuó durante las generaciones sucesivas y fue practicado
por Abrahán, quien dio diezmos a Melquisedec, sacerdote del Altí-
simo. El principio existía en los días de Job. Mientras Jacob estaba
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en Betel, peregrino, desterrado y sin dinero, se acostó una noche,
solitario y abandonado, teniendo una piedra por almohada, y allí
prometió al Señor: “De todo lo que me dieres, el diezmo apartaré
para ti”.
Génesis 28:22
. Dios no obliga a los hombres a dar. Todo
lo que ellos dan debe ser voluntario. El no quiere que afluyan a su
tesorería ofrendas que no se presenten con buena voluntad.
En cuanto a la cantidad requerida, Dios ha especificado que sea
la décima parte de los ingresos. Esto queda a cargo de la conciencia
y generosidad de los hombres, cuyo juicio debe ejercerse libremente
en este asunto del diezmo. Y aunque queda librado a la conciencia,
se ha trazado un plan bastante definido para todos. No se requiere
compulsión alguna.