Página 380 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
sidad, porque Dios ama al dador alegre”. “Pero esto digo: El que
siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra
generosamente, generosamente también segará”. “Y poderoso es
Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que,
teniendo siempre en todas las cosas lo suficiente, abundéis para
toda buena obra.
Y el que da semilla al que siembra, y pan al que
come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los
frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para
toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de
gracias a Dios”.
2 Corintios 9:6-11
La disposición apropiada de los bienes
Cuando los padres aún gozan de facultades mentales y de un
buen juicio, con oración y consideración, y con la ayuda de los
consejeros debidos con experiencia en la verdad y un conocimiento
de la voluntad divina, deberían disponer de sus bienes.
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Si tienen hijos afligidos o que luchan con la pobreza, y que harán
un uso juicioso de los recursos, éstos deberían ser tomados en cuenta.
Pero si tienen hijos que no son creyentes y que poseen abundancia de
las cosas de este mundo, y que sirven al mundo, cometen un pecado
contra el Maestro que los ha hecho mayordomos suyos si colocan
recursos en las manos de éstos nada más que porque son sus hijos.
Los derechos de Dios no deben considerarse livianamente.
Y debería comprenderse claramente que no porque los padres
hayan hecho su testamento esto debe privarlos de dar recursos a
la causa de Dios mientras viven. Deberían hacerlo. Deberían tener
la satisfacción aquí, y la recompensa en el más allá, de disponer
mientras viven de los recursos que tienen en exceso. Deberían ha-
cer su parte para promover la causa de Dios. Deberían utilizar los
recursos que su Maestro les ha prestado para llevar a cabo la obra
que necesita hacerse en su viña
Los que retienen lo que pertenece a la tesorería de Dios, y acumu-
lan sus recursos para sus hijos, ponen en peligro el interés espiritual
de estos últimos. Ponen su propiedad, que es una piedra de tropiezo
para ellos, en el camino de sus hijos, para que también tropiecen
con ella para perdición. Muchos cometen una gran equivocación
respecto de las cosas de esta vida. Economizan, privándose a sí mis-