Página 381 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos sobre mayordomía
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mos y a otros del bien que podrían recibir por el uso correcto de los
medios que Dios les ha prestado, y se tornan egoístas y avarientos.
Descuidan sus intereses espirituales, y su desarrollo religioso se
atrofia; todo por el afán de acumular riquezas que no pueden usar.
Dejan su propiedad a sus hijos, y en nueve casos de cada diez es para
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sus herederos una maldición aun mayor de lo que ha sido para ellos.
Los hijos, confiados en las propiedades de sus padres, con frecuen-
cia no alcanzan a tener éxito en esta vida, y generalmente fracasan
completamente en lo que respecta a obtener la vida venidera.
El mejor legado que los padres pueden dejar a sus hijos es un
conocimiento del trabajo útil y el ejemplo de una vida caracterizada
por la benevolencia desinteresada. Por una vida tal demuestran el
verdadero valor del dinero, que debe ser apreciado únicamente por
el bien que realizará al aliviar las necesidades propias y ajenas y al
adelantar la causa de Dios
“Si aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas”
El sistema especial del diezmo se fundaba en un principio que
es tan duradero como la ley de Dios. Este sistema del diezmo era
una bendición para los judíos; de lo contrario, Dios no se lo hubiera
dado. Así también será una bendición para los que lo practiquen
hasta el fin del tiempo.
Aquellas iglesias que son más sistemáticas y generosas en sos-
tener la causa de Dios, son las más prósperas espiritualmente. La
verdadera generosidad del que sigue a Cristo identifica su interés
con el Maestro
Si los que tienen recursos se dieran cuenta de que son responsa-
bles delante de Dios de cada peso que gastan, sus supuestas necesi-
dades serían mucho menores. Si la conciencia estuviese despierta,
testificaría contra los inútiles gastos para satisfacer el apetito, el
orgullo, la vanidad, el amor a las diversiones, y reprocharía el despil-
farro del dinero del Señor que debiera haberse dedicado a su causa.
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Pronto los que malgastan los bienes de su Señor tendrán que darle
cuenta de su conducta.
Si los que profesan ser cristianos usasen menos de su fortuna
para adornar su cuerpo y hermosear sus propias casas, y en sus me-
sas hubiese menos lujos extravagantes y malsanos, podrían colocar