Página 384 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
dar. Demos regularmente, sea diez, veinte, o cincuenta centavos por
semana, según lo que quisiéramos ver anotado en el registro celestial
en el día de Dios
Nuestras posesiones y el apoyo de la obra de Dios
Estoy encargada de decir a los que aman a Dios sinceramente
y que tienen recursos propios: Ahora es el tiempo cuando debéis
invertir vuestros bienes en el sostén de la obra de Dios. Ahora es
el tiempo de sostener a los predicadores en sus esfuerzos desintere-
sados para salvar las almas que perecen. ¿No tendréis una gloriosa
recompensa cuando, en los atrios celestiales, os encontréis con las
almas que habréis contribuido a salvar?
Nadie guarde sus blancas; y regocíjense los que tienen mucho
porque pueden hacerse en el cielo un tesoro que nunca faltará. El
dinero que rehusamos colocar en la obra del Señor, perecerá y no
producirá ningún interés en el banco del cielo.
El Señor llama hoy a los adventistas del séptimo día, en todo
lugar, para que se consagren enteramente a él, haciendo todo lo que
esté a su alcance para su obra, según las circunstancias en que se
encuentren. El desea verles mostrar, por medio de dones y ofrendas
generosas, cuánto aprecian sus bendiciones y cuánta gratitud sienten
por su misericordia
El Señor me ha mostrado repetidas veces que sería contrario a la
Biblia el hacer cualquier provisión para nuestras necesidades tempo-
rales durante el tiempo de angustia. Vi que si los santos guardaran
alimentos almacenados o en el campo en el tiempo de angustia,
cuando hubiese en la tierra guerra, hambre y pestilencia, manos
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violentas se los arrebatarían y extraños segarían sus campos. Será
entonces tiempo en que habremos de confiar por completo en Dios,
y él nos sostendrá. Vi que nuestro pan y nuestras aguas nos estarán
asegurados en aquel tiempo, y no sufriremos escasez ni hambre,
porque Dios puede preparar mesa para nosotros en el desierto. Si
fuese necesario, mandaría cuervos para que nos alimentasen, como
alimentó a Elías, o haría bajar maná del cielo, como lo hizo en favor
de los israelitas.
En el tiempo de angustia, de nada les valdrán a los santos las
casas ni las tierras, porque entonces tendrán que huir delante de