Página 390 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
por causa de la verdad son expulsados de su casa y obligados a sufrir.
Cada vez más, habrá necesidad de corazones grandes y generosos,
que, llenos de abnegación, se encarguen de esas personas a quienes
el Señor ama. Los pobres que haya entre el pueblo de Dios no deben
ser dejados sin que sus necesidades sean suplidas. Debe hallarse
alguna manera por la cual puedan ganarse la vida. A algunos será
necesario enseñarles a trabajar. Otros que trabajan arduamente y se
ven recargados hasta lo sumo para sostener sus familias, necesitarán
auxilio especial. Debemos interesarnos en esos casos, y ayudarles a
conseguir empleo. Debe haber un fondo para ayudar a estas familias
pobres dignas, que aman a Dios y guardan sus mandamientos.
Por ciertas circunstancias, algunos de los que aman y obedecen
a Dios, se empobrecen. Los hay que no son cuidadosos ni saben
administrar sus cosas. Otros son pobres por causa de enfermedad y
desgracia. Cualquiera que sea la causa, sufren necesidad y auxiliarlos
es un ramo importante de la obra misionera
Donde quiera que se establezca una iglesia, sus miembros deben
hacer una obra fiel por los creyentes menesterosos. Pero no deben
cesar con esto. Deben ayudar también a otros, sin tener en cuenta su
fe. Como resultado de un esfuerzo tal, algunos de éstos recibirán las
verdades especiales para este tiempo
Cómo ayudar a los necesitados
Los métodos de ayudar a los menesterosos deben ser considera-
dos con cuidado y oración. Debemos pedir sabiduría a Dios, porque
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él sabe mejor que los mortales de vista tan corta cómo debe cuidarse
a las criaturas que él ha hecho. Hay quienes dan sin discriminación a
todo aquel que solicita su ayuda. En esto yerran. Al tratar de ayudar
a los menesterosos, debemos esmerarnos por darles la ayuda debida.
Ciertas personas continuarán haciéndose objetos especiales de la ca-
ridad mientras se les ayude. Dependerán de otros mientras vean algo
de lo cual puedan depender. Dándoles más tiempo y atención que lo
debido, podemos estimular su ociosidad, incapacidad, extravagancia
e intemperancia.
Cuando damos a los pobres debemos preguntarnos: “¿Estoy es-
timulando la prodigalidad? ¿Estoy ayudándoles o perjudicándoles?”