Página 41 - Consejos para la Iglesia (1991)

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El don profético y Elena G. de White
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sus corazones como el Señor los veía, comprendieron su verdadera
condición y anhelaron tener un cambio en sus vidas. Esto es el
verdadero propósito de las numerosas visiones que se le dieron a
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Elena G. de White
Muy poco tiempo después de la muerte de Jaime White, en 1881,
Elena G. de White vivía cerca del Colegio Healdsburg (el actual
Pacific Union College). Varias jóvenes vivían en su casa mientras
asistían al colegio. En ese tiempo era costumbre usar una redecilla
sobre la cabeza para mantener el cabello peinado y ordenado durante
todo el día. Un día, mientras pasaba por el dormitorio de la Sra. de
White, una de las jóvenes vio una hermosa redecilla para el cabello,
como la que deseaba tener. Pensando que no se la echaría de menos,
la tomó y la colocó en la parte superior de su baúl. Un poco más
tarde, mientras se arreglaba para salir, la Sra. de White no encontró
su redecilla y tuvo que salir sin ella. Por la noche, cuando la familia
estaba reunida, Elena G. de White preguntó acerca de la redecilla
perdida, pero nadie parecía saber dónde estaba.
Un día después, cuando Elena G. de White pasaba por el dor-
mitorio de esa joven, una voz le dijo: “Levanta la tapa de ese baúl”.
Como el baúl no era suyo, no deseaba abrirlo. Cuando escuchó esta
orden por segunda vez, reconoció la voz como la del ángel. Cuando
levantó la tapa, se dio cuenta de por qué le había hablado el ángel,
porque allí estaba la redecilla. Cuando la familia se reunió de nuevo,
otra vez Elena G. de White preguntó acerca de la redecilla diciendo
que no podía haber desaparecido sola. Nadie habló, así que ella no
insistió sobre el asunto.
Unos días después, mientras Elena G. de White estaba tomando
un descanso de su tarea de escribir, tuvo una visión muy corta. Vio
la mano de una joven que acercaba una redecilla para el cabello a
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una lámpara de querosén. Cuando la red tocó la lámpara, la redecilla
se quemó y desapareció. Así terminó la visión.
Cuando la familia se volvió a reunir, la Sra. de White volvió
a insistir sobre el asunto de la desaparición de la redecilla para el
cabello, pero aún ninguna de las jóvenes confesó nada y no parecían
saber del paradero de la redecilla. Un poco más tarde la Sra. de
White llamó aparte a la joven, le contó acerca de la voz que había
oído, y de lo que había visto en el baúl, y después le contó la corta
visión en la cual vio como la redecilla para el cabello se quemaba