Página 418 - Consejos para la Iglesia (1991)

Basic HTML Version

414
Consejos para la Iglesia
No todos entienden estos principios. Muchos de los que buscan
la salutífera gracia del Señor piensan que debieran recibir directa e
inmediata respuesta a sus oraciones, o si no, que su fe es defectuosa.
[557]
Por esta razón, conviene aconsejar a los que se sienten debilitados por
la enfermedad, que obren con toda discreción. No deben desatender
sus deberes para con sus amigos que les sobrevivan, ni descuidar el
uso de los agentes naturales para la restauración de la salud.
A menudo hay peligro de errar en esto. Creyendo que serán
sanados en su respuesta a la oración, algunos temen hacer algo que
parezca indicar falta de fe. Pero no deben descuidar el arreglo de sus
asuntos como desearían hacerlo si pensaran morir. Tampoco deben
temer expresar a sus parientes y amigos las palabras de aliento o los
buenos consejos que quisieran darles en el momento de partir.
Los que buscan la salud por medio de la oración no deben dejar
de hacer uso de los remedios puestos a su alcance. Hacer uso de
los agentes curativos que Dios ha suministrado para aliviar el dolor
y para ayudar a la naturaleza en su obra restauradora no es negar
nuestra fe. No lo es tampoco el cooperar con Dios y ponernos en la
condición más favorable para recuperar la salud. Dios nos ha facul-
tado para que conozcamos las leyes de la vida. Este conocimiento
ha sido puesto a nuestro alcance para que lo usemos. Debemos apro-
vechar toda facilidad para la restauración de la salud, sacando todas
las ventajas posibles y trabajando en armonía con las leyes naturales.
Cuando hemos orado por la curación del enfermo, podemos trabajar
con energía tanto mayor, dando gracias a Dios por el privilegio de
cooperar con él y pidiéndole que bendiga los medios de curación
que él mismo dispuso.
[558]
Tenemos la sanción de la Palabra de Dios para el uso de los
agentes curativos. Ezequías, rey de Israel, cayó enfermo, y un profeta
de Dios le trajo el mensaje de que iba a morir. El rey clamó al Señor,
y éste oyó a su siervo y le comunicó que se le añadirían quince años
de vida. Ahora bien, el rey Ezequías hubiera podido sanar al instante
con una sola palabra de Dios, pero se le dieron recetas especiales:
“Tomen masa de higos, y pónganla en la llaga, y sanará”.
Isaías
38:21
.
Cuando hayamos orado por el restablecimiento del enfermo, no
perdamos la fe en Dios, cualquiera que sea el desenlace del caso. Si
tenemos que presenciar el fallecimiento, apuremos el amargo cáliz,