Página 46 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
Religiosa’”. Elena G. de White habló durante 1 hora describiendo
esa reunión que se le había mostrado en visión meses antes, y dando
consejo basado sobre esa revelación. Luego se sentó.
El presidente de la Asociación General no sabía qué pensar sobre
eso. Nunca había oído de tal reunión. Pero no se hizo esperar mucho
la explicación, pues un hombre se levantó en la parte posterior de la
sala y empezó a hablar.
“Yo estuve en esa reunión anoche”. “¡Anoche!” observó ella y
volvió a recalcar, “¿Anoche? Pensé que esa reunión se realizó hace
meses, cuando tuve la visión”.
“Estuve en esa reunión anoche”, dijo él, “y soy el hombre que
hizo declaraciones acerca de los artículos de la revista, mientras
la levantaba en alto sobre mi cabeza. Lamento decir que estaba
equivocado; pero aprovecho esta oportunidad para colocarme en el
lado correcto”. Y se sentó.
Otro se levantó para hablar. Era el presidente de la Asociación de
Libertad Religiosa. Notemos sus palabras: “Estuve en esa reunión.
Anoche, después de la sesión del congreso, algunos de nosotros nos
reunimos en mi oficina en el edificio de la Review and Herald donde
nos encerramos con llave y allí discutimos los temas y el asunto
que nos han sido presentados esta mañana. Permanecimos allí hasta
las 3 de la mañana. Si comenzara a describir lo que ocurrió, y la
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actitud personal de los que estaban reunidos, no podría hacerlo con
la exactitud y corrección con que lo ha hecho la hermana White.
Ahora veo que estaba equivocado y que la posición que tomé no era
correcta. De acuerdo con la luz que hemos recibido esta mañana,
reconozco que estaba equivocado”.
Otros hablaron ese día. Todos los que estuvieron en la reunión
la noche anterior se pusieron en pie y dieron su testimonio, diciendo
que Elena G. de White había descrito con toda exactitud la reunión y
las actitudes de los que habían estado presentes. Antes de terminar la
reunión ese domingo por la mañana, el grupo de Libertad Religiosa
fue convocado a reunirse, y rescindieron el acuerdo que habían
tomado solamente unas 5 horas antes.
Si no se le hubiera impedido a Elena G. de White contar la visión,
y si la hubiera relatado el sábado anterior por la tarde, su mensaje
no habría servido para el propósito que Dios tenía en mente, porque
la reunión aún no se había realizado