Página 474 - Consejos para la Iglesia (1991)

Basic HTML Version

470
Consejos para la Iglesia
Después de su ascensión, nuestro Salvador iba a principiar su
obra como nuestro Sumo Sacerdote. El apóstol Pablo dice: “No
entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero,
sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante
Dios”.
Hebreos 9:24
. Como el ministerio de Cristo iba a consistir en
dos grandes divisiones, ocupando cada una un período de tiempo y
teniendo un sitio distinto en el santuario celestial, asimismo el culto
simbólico consistía en el servicio diario y el anual, y a cada uno de
ellos se dedicaba una sección del tabernáculo.
Como Cristo, después de su ascensión, compareció ante la pre-
sencia de Dios para ofrecer su sangre en beneficio de los creyentes
arrepentidos, así el sacerdote rociaba en el servicio diario la sangre
[634]
del sacrificio en el lugar santo en favor de los pecadores.
Aunque la sangre de Cristo habría de librar al pecador arrepenti-
do de la condenación de la ley, no había de anular el pecado; éste
queda registrado en el santuario hasta la expiación final; así, en el
símbolo, la sangre de la víctima quitaba el pecado del arrepentido,
pero quedaba en el santuario hasta el día de la expiación.
En el gran día del juicio final, los muertos han de ser juzgados
“por las cosas que” están “escritas en los libros, según sus obras”.
Apocalipsis 20:12
. Entonces, en virtud de la sangre expiatoria de
Cristo, los pecados de todos los que se hayan arrepentido since-
ramente serán borrados de los libros celestiales. En esta forma el
santuario será liberado, o limpiado, de los registros del pecado. En el
símbolo, esta gran obra de expiación, o el acto de borrar los pecados,
estaba representada por los servicios del día de la expiación, o sea de
la purificación del santuario terrenal, la cual se realizaba en virtud
de la sangre de la víctima y por la eliminación de los pecados que lo
manchaban
Satanás inventa innumerables medios de distraer nuestras mentes
de la obra en que precisamente deberíamos estar más ocupados. El
archiseductor aborrece las grandes verdades que hacen resaltar la
importancia de un sacrificio expiatorio y de un Mediador todopode-
roso. Sabe que su éxito estriba en distraer las mentes de Jesús y de
su obra.
Pero Jesús aboga en su favor con sus manos heridas, su cuerpo
quebrantado, y declara a todos los que quieran seguirle: “Bástate
mi gracia”.
2 Corintios 12:9
. “Llevad mi yugo sobre vosotros, y
[635]