Página 478 - Consejos para la Iglesia (1991)

Basic HTML Version

474
Consejos para la Iglesia
Al ser aceptada la intercesión de Josué, se da la orden: “Quitadle
esas vestiduras viles”, y a Josué el ángel declara: “Mira que he
quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala”. “Y
pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas”.
Zacarías 3:4, 5
. Sus propios pecados y los de su pueblo fueron
perdonados. Israel había de ser revestido con “ropas de gala”, la
justicia de Cristo que le era imputada.
Así como Satanás acusaba a Josué y su pueblo, en todas las
edades ha acusado a aquellos que buscan la misericordia y el favor
de Dios. En el Apocalipsis, se le declara ser “el acusador de nuestros
hermanos”, “el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”.
Apocalipsis 12:10
. La controversia se repite acerca de cada alma
rescatada del poder del mal, y cuyo nombre se registra en el libro de
la vida del Cordero. Nunca se recibe a alguno de la familia de Satanás
en la familia de Dios sin que ello excite la resuelta resistencia del
[639]
maligno. Las acusaciones de Satanás contra aquellos que buscan al
Señor no son provocadas por el desagrado que le causen sus pecados.
Su carácter deficiente le causa regocijo. Únicamente por el hecho
de que violan la ley de Dios puede él dominarlos. Sus acusaciones
provienen solamente de su enemistad hacia Cristo. Por el plan de
salvación, Jesús está quebrantando el dominio de Satanás sobre la
familia humana, y rescatando almas de su poder. Todo el odio y la
malicia del jefe de los rebeldes se encienden cuando contempla la
evidencia de la supremacía de Cristo, y con poder y astucia infernales
trabaja para arrebatarle el residuo de los hijos de los hombres que
han aceptado su salvación.
Induce a los hombres al escepticismo, haciéndoles perder la
confianza en Dios y separarse de su amor; los induce a violar su
ley, luego los reclama como cautivos suyos y disputa el derecho
de Cristo a arrebatárselos. Sabe que aquellos que buscan a Dios
fervientemente para alcanzar perdón y paz, los obtendrán; por lo
tanto les recuerda sus pecados para desanimarlos. Constantemente
busca ocasión de acusar a aquellos que procuran obedecer a Dios.
Trata de hacer aparecer como corrompido aun su servicio mejor y
más aceptable. Mediante incontables designios muy sutiles y crueles,
intenta obtener su condenación.
El hombre no puede por sí mismo hacer frente a estas acusacio-
nes. Con sus ropas manchadas de pecado, confiesa su culpabilidad