Josué y el ángel
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delante de Dios. Pero Jesús, nuestro Abogado, presenta una súplica
eficaz en favor de todos los que mediante el arrepentimiento y la
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fe le han confiado la guarda de sus almas. Intercede por su causa y
vence al acusador con los poderosos argumentos del Calvario. Su
perfecta obediencia a la ley de Dios, aun hasta la muerte de cruz, le
ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra, y él solicita a su Padre
misericordia y reconciliación para el hombre culpable. Al acusador
de sus hijos declara: “¡Jehová te reprenda, oh Satanás! Estos son
la compra de mi sangre, tizones arrancados del fuego”. Y los que
confían en él con fe reciben la consoladora promesa: “Mira que
he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala”.
Zacarías 3:4
.
Todos los que se hayan revestido del manto de la justicia de
Cristo subsistirán delante de él como escogidos fieles y veraces.
Satanás no puede arrancarlos de la mano de Cristo. Cristo no dejará
que una sola alma que con arrepentimiento y fe haya pedido su
protección, caiga bajo el poder del enemigo. Su Palabra declara:
“¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; si haga paz
conmigo”.
Isaías 27:5
. La promesa hecha a Josué es hecha a todos:
“Si guardares mi ordenanza... entre éstos que aquí están te daré
lugar”.
Zacarías 3:7
. Los ángeles de Dios irán a cada lado de ellos,
aun en este mundo, y ellos estarán al fin entre los ángeles que rodean
el trono de Dios.
El hecho de que los hijos reconocidos de Dios están representa-
dos como de pie delante del Señor con ropas inmundas debe inducir
a todos los que profesan su nombre a sentir humildad y a escudriñar
profundamente su corazón. Los que están de veras purificando su
alma y obedeciendo la verdad, tendrán una muy humilde opinión
de sí mismos. Cuanto más de cerca vean el carácter sin mancha
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de Cristo, mayor será su deseo de ser transformados a su imagen y
menos pureza y santidad verán en sí mismos. Pero aunque debemos
comprender nuestra situación pecaminosa, debemos fiar en Cristo
como nuestra justicia, nuestra santificación y redención. No pode-
mos contestar las acusaciones de Satanás contra nosotros. Cristo
solo puede presentar una intercesión eficaz en nuestro favor. El pue-
de hacer callar al acusador con argumentos que no están basados en
nuestros méritos, sino en los suyos.