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Consejos para la Iglesia
Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual
será amplio en perdonar”.
Isaías 55:7
. Debemos creer en la promesa
en sí, y no aceptar un sentimiento como si fuera fe. Cuando confie-
mos plenamente en Dios, cuando descansemos sobre los méritos de
Jesús como en un Salvador que perdona los pecados, recibiremos
toda la ayuda que podamos desear.
Miramos a nuestro yo como si tuviéramos poder para salvarnos
a nosotros mismos, pero Jesús murió por nosotros porque somos
impotentes para hacer eso. En él están nuestra esperanza, nuestra
justificación, nuestra justicia. No debemos desalentarnos y temer
que no tenemos Salvador, o que él no tiene pensamientos de miseri-
cordia hacia nosotros. En este mismo momento está realizando su
obra en nuestro favor, invitándonos a acudir a él, en nuestra impo-
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tencia, y ser salvados. Lo deshonramos con nuestra incredulidad.
Es asombroso cómo tratamos a nuestro mejor Amigo, cuán poca
confianza depositamos en Aquel que puede salvarnos hasta lo último
y que nos ha dado toda evidencia de su gran amor. Mis hermanos,
¿esperáis que vuestros méritos os recomendarán para recibir el favor
de Dios, pensando que debéis ser liberados del pecado antes de que
confiéis en su poder para salvar? Si ésta es la lucha que se efectúa en
vuestra mente, temo que no ganéis fortaleza y que al final quedaréis
desanimados.
En el desierto, cuando el Señor permitió que serpientes vene-
nosas atacaran a los israelitas rebeldes, se instruyó a Moisés que
erigiera una serpiente de bronce y ordenara que todos los heridos la
miraran y vivieran. Pero muchos no vieron la utilidad de ese reme-
dio indicado por el Cielo. Los muertos y moribundos los rodeaban
por doquiera, y sabían que sin la ayuda divina su muerte era cierta.
Mas estaban dispuestos a lamentar sus heridas, sus dolores, su muer-
te segura, hasta que se terminaba su energía y sus ojos quedaban
vidriosos, cuando podrían haber recibido una curación instantánea.
“Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así” también
fue “el Hijo del hombre... levantado, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan 3:14, 15
. Si estáis
conscientes de vuestros pecados, no dediquéis todas vuestras faculta-
des a lamentaros por ellos, sino mirad y vivid. Jesús es nuestro único
Salvador, y aunque millones que necesitan ser curados rechacen su
misericordia ofrecida, nadie que confía en sus méritos será aban-
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