Página 185 - Consejos Sobre el R

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Sección 10—El ayuno
La victoria de Cristo al negarse al apetito
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295. Para Cristo, como para la santa pareja del Edén, el apetito
fue la base de la primera gran tentación. Precisamente donde empezó
la ruina, debe empezar la obra de nuestra redención. Así como por
haber complacido el apetito Adán cayó, por sobreponerse al apetito
Cristo debía vencer. “Y después de haber ayunado cuarenta días
y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo:
Si eres Hijo de Dios, dí que estas piedras se conviertan en pan. El
respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino
de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Mateo 4:2-4
.
Desde el tiempo de Adán hasta el de Cristo, el desenfreno había
aumentado el poder de los apetitos y las pasiones, hasta que éstos
ejercieron un dominio casi ilimitado. En esta forma los hombres se
habían degradado y degenerado, y por sí mismos no podían vencer.
Cristo venció en favor del hombre, soportando la prueba más se-
vera. Por nuestra causa, ejerció un dominio propio más fuerte que
el hambre o la misma muerte. Y esta primera victoria entrañaba
otros resultados que intervienen en todos nuestros conflictos con las
potestades de las tinieblas.
Cuando Jesús entró en el desierto, fue rodeado por la gloria del
Padre. Absorto en la comunión con Dios, se sintió elevado por en-
cima de las debilidades humanas. Pero la gloria se apartó de él, y
quedó solo para luchar con la tentación. Esta le apremiaba en todo
momento. Su naturaleza humana rehuía el conflicto que le aguar-
daba. Durante cuarenta días ayunó y oró. Débil y demacrado por
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el hambre, macilento y agotado por la agonía mental, “desfigurado
era su aspecto más que el de cualquier hombre, y su forma más que