Página 291 - Consejos Sobre el R

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régimen alimenticio como remedio racional
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nas que sufren dolor se vuelven impacientes. No están dispuestas a
tener abnegación, y a pasar un poco de hambre...
El uso del agua puede lograr sólo poco resultado si el paciente no
siente la necesidad de prestar atención estricta también a su régimen
alimenticio.
Muchos están viviendo en un estado de violación de las leyes de
la salud, y son ignorantes de la relación que sus hábitos de comer,
beber y trabajar tienen con su salud. Ellos no despertarán ante su
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verdadera condición hasta que la naturaleza no proteste, por medio
del dolor, contra los abusos que está sufriendo. Si, aun entonces,
los que sufren solamente comenzaran a obrar en la forma correcta,
y recurrieran a los medios sencillos que han descuidado—el uso
del agua y el régimen alimenticio debido—, la naturaleza tendría la
clase de ayuda que necesita, y que debiera haber tenido hacía tiempo.
Si se sigue esta conducta, el paciente generalmente se recuperará sin
debilitarse.—
Spiritual Gifts 4:133-135 (1864)
.
461. La intemperancia en el comer es a menudo causa de en-
fermedad, y lo que más necesita la naturaleza es ser aliviada de la
carga inoportuna que se le impuso. En muchos casos de enferme-
dad, el mejor remedio para el paciente es un corto ayuno, que omita
una o dos comidas, para que descansen los órganos rendidos por
el trabajo de la digestión. Muchas veces el seguir durante algunos
días una dieta de frutas ha proporcionado gran alivio a personas
que trabajaban intelectualmente; y un corto período de completa
abstinencia, seguido de un régimen alimenticio sencillo y moderado,
ha restablecido al enfermo por el solo esfuerzo de la naturaleza. Un
régimen de abstinencia por uno o dos meses convencerá a muchos
pacientes de que la sobriedad favorece la salud.—
El Ministerio de
Curación, 180 (1905)
.
La temperancia estricta como remedio para la enfermedad
462. Cuando el médico ve sufrir al paciente de una enfermedad
derivada de alimentos o brebajes impropios o de otros hábitos erró-
neos, y no se lo dice, le perjudica. Los beodos, los dementes, los
disolutos, todos imponen al médico la declaración terminante de que
los padecimientos son resultado del pecado. Los que entienden los
principios de la vida deberían esforzarse por contrarrestar las causas
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