La sidra
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El beber moderadamente es el camino a la ebriedad
Las personas pueden llegar a estar tan intoxicadas con vino y
sidra como con bebidas más fuertes, y la peor clase de ebriedad es
la producida por estas bebidas así llamadas suaves. Las pasiones
son más perversas; la transformación del carácter es mayor, más
determinada y obstinada. Unos pocos litros de sidra o de vino pue-
den despertar el gusto por bebidas más fuertes, y en muchos casos
los que se han convertido en bebedores confirmados han echado así
el fundamento del hábito de beber. Para algunas personas no es de
ninguna manera seguro tener vino o sidra en la casa. Han heredado
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un apetito por los estimulantes, que Satanás está induciéndolos con-
tinuamente a complacer. Si ceden a las tentaciones, no se detienen;
el apetito exige ser satisfecho, y resulta gratificado para la ruina de
ellos. El cerebro es embotado y entorpecido; la razón ya no tiene las
riendas, sino que éstas son dejadas a la merced del vicio. La licencia,
el adulterio y los vicios de todo tipo se cometen como resultado
de complacer el apetito por el vino y la sidra. Un religioso profeso
que ame estos estimulantes, y que se acostumbra a usarlos, nunca
crece en la gracia. Se hace tosco y sensual; las pasiones animales
gobiernan las facultades superiores de la mente, y la virtud no se
desarrolla.
El beber moderadamente es la escuela en que los hombres reci-
ben una educación para la carrera de la embriaguez. Satanás arrastra
a una persona en forma tan gradual del baluarte de la temperancia, en
forma tan insidiosa el inofensivo vino y la sidra ejercen su influencia
sobre el gusto, que el camino a la ebriedad es tomado en forma insos-
pechada. Se cultiva el gusto por los estimulantes; el sistema nervioso
resulta perturbado; Satanás mantiene la mente en un estado febril de
inestabilidad, y la pobre víctima, creyendo que está perfectamente
segura, avanza más y más hasta que toda barrera resulta rota, y todo
principio sacrificado. Las resoluciones más fuertes son derribadas, y
los intereses eternos no son lo suficientemente fuertes para mantener
el apetito degradado bajo el control de la razón.
Algunos nunca llegan en realidad a estar ebrios, pero están siem-
pre bajo la influencia de la sidra o del vino fermentados. Ellos están
febriles, tienen una mente desequilibrada, aunque no experimenten
en verdad delirios, pero ésta está en una condición igualmente ma-