Página 101 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Dos héroes de la edad media
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Aunque el mismo papa se había hecho culpable de crímenes
mayores que aquellos de que Hus había acusado a los sacerdotes, y
por los cuales exigía que se hiciese una reforma, con todo, el mis-
mo concilio que degradara al pontífice, procedió a concluir con el
reformador. El encarcelamiento de Hus despertó grande indignación
en Bohemia. Algunos nobles poderosos se dirigieron al concilio
protestando contra tamaño ultraje. El emperador, que de mala gana
había consentido en que se violase su salvoconducto, se opuso a
que se procediera contra él. Pero los enemigos del reformador eran
malévolos y resueltos. Apelaron a las preocupaciones del emperador,
a sus temores y a su celo por la iglesia. Le presentaron argumentos
muy poderosos para convencerle de que “no había que guardar la pa-
labra empeñada con herejes, ni con personas sospechosas de herejía,
aun cuando estuvieran provistas de salvoconductos del emperador
y de reyes” (Jacques Lenfant,
Histoire du Concile de Constance
,
Amsterdam, 1727 tomo I, p. 493). De ese modo se salieron con la
suya.
Debilitado por la enfermedad y por el encierro, pues el aire
húmedo y sucio del calabozo le ocasionó una fiebre que estuvo a
punto de llevarle al sepulcro, Hus fue al fin llevado ante el concilio.
Cargado de cadenas se presentó ante el emperador que empeñara
su honor y buena fe en protegerle. Durante todo el largo proceso
sostuvo Hus la verdad con firmeza, y en presencia de los dignatarios
de la iglesia y del estado allí reunidos elevó una enérgica y solemne
protesta contra la corrupción del clero. Cuando se le exigió que
escogiese entre retractarse o sufrir la muerte, eligió la suerte de los
mártires.
El Señor le sostuvo con su gracia. Durante las semanas de pade-
cimientos que sufrió antes de su muerte, la paz del cielo inundó su
alma. “Escribo esta carta—decía a un amigo—en la cárcel, y con la
mano encadenada, esperando que se cumpla mañana mi sentencia
de muerte [...]. En el día aquel en que por la gracia del Señor nos
encontremos otra vez gozando de la paz deliciosa de ultratumba,
sabrás cuán misericordioso ha sido Dios conmigo y de qué modo tan
admirable me ha sostenido en medio de mis pruebas y tentaciones”.
Bonnechose 3:74
.
En la oscuridad de su calabozo previó el triunfo de la fe verdade-
ra. Volviendo en sueños a su capilla de Praga donde había predicado