Página 104 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
Hus ya no existía, pero las verdades por las cuales había muerto
no podían perecer. Su ejemplo de fe y perseverancia iba a animar
a las muchedumbres a mantenerse firmes por la verdad frente al
tormento y a la muerte. Su ejecución puso de manifiesto ante el
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mundo entero la pérfida crueldad de Roma. Los enemigos de la
verdad, aunque sin saberlo, no hacían más que fomentar la causa
que en vano procuraban aniquilar.
Una estaca más iba a levantarse en Constanza. La sangre de otro
mártir iba a testificar por la misma verdad. Jerónimo al decir adiós a
Hus, cuando este partiera para el concilio, le exhortó a ser valiente
y firme, declarándole que si caía en algún peligro él mismo volaría
en su auxilio. Al saber que el reformador se hallaba encarcelado,
el fiel discípulo se dispuso inmediatamente a cumplir su promesa.
Salió para Constanza con un solo compañero y sin proveerse de sal-
voconducto. Al llegar a la ciudad, se convenció de que solo se había
expuesto al peligro, sin que le fuera posible hacer nada para libertar
a Hus. Huyó entonces pero fue arrestado en el camino y devuelto
a la ciudad cargado de cadenas, bajo la custodia de una compañía
de soldados. En su primera comparecencia ante el concilio, sus es-
fuerzos para contestar los cargos que le arrojaban se malograban
entre los gritos: “¡A la hoguera con él! ¡A las llamas!”
Bonnechose
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. Fue arrojado en un calabozo, lo encadenaron en una postura
muy penosa y lo tuvieron a pan y agua. Después de algunos meses,
las crueldades de su prisión causaron a Jerónimo una enfermedad
que puso en peligro su vida, y sus enemigos, temiendo que se les
escapase, le trataron con menos severidad aunque dejándole en la
cárcel por un año.
La muerte de Hus no tuvo el resultado que esperaban los pa-
pistas. La violación del salvoconducto que le había sido dado al
reformador, levantó una tempestad de indignación, y como medio
más seguro, el concilio resolvió que en vez de quemar a Jerónimo
se le obligaría, si posible fuese, a retractarse. Fue llevado ante el
concilio y se le instó para que escogiera entre la retractación o la
muerte en la hoguera. Haberle dado muerte al principio de su en-
carcelamiento hubiera sido un acto de misericordia en comparación
con los terribles sufrimientos a que le sometieron; pero después de
esto, debilitado por su enfermedad y por los rigores de su prisión,
detenido en aquellas mazmorras y sufriendo torturas y angustias,